Hemingway, el mito renovado

En los años finales su figura -adornada por una frondosa barba blanca- le daba un aire patriarcal. El 21 de julio pasado habría cumplido cien años. Viejo de un siglo, Ernest Hemingway no parece tener mucho significado para las nuevas generaciones. No en vano han pasado más de 70 años desde la publicación (en 1926) de su primera novela -The sun also rises, Fiesta, en la traducción más corriente- y casi 60 desde que salió a las librerías (en 1940) Por quien doblan las campanas. Incluso El Viejo y el Mar, la épica lucha entre el pescador y el gran pez, enterará pronto (el 2002) medio siglo de vida. A primera vista, es un viejo tan remoto como eran, para nuestra generación, Zolá, Unamuno o Sillanpaa. Con el agravante que la actual generación si lee, lee poco.

Pese a todo, es posible, sin embargo, que el centenario de su nacimiento convierta a Hemingway en un nuevo mito, como Marilyn o James Dean, un sorprendente objeto de culto para los hijos y nietos de la sociedad de la información. En las páginas en Internet de la CNN es posible visitar su casa en Cayo Hueso, Florida, conocer sus objetos favoritos, averiguar la leyenda en torno a sus gatos de seis dedos y asomarse al balcón de su villa estilo colonial español.... Todo ello en forma virtual, sin salir del computador. También se puede contestar preguntas on-line acerca de su vida, algunas trascendentales, otras banales; ver las portadas de las primeras ediciones -en inglés- de todas sus obras: catorce publicadas en vida y varias más póstumas. Pero, sobre todo, se puede revisar el más completo dossier acerca del escrito, los comentarios que se publicaron en su momento en The New York Times, Time y otras publicaciones, como no lo pudo antes ningún admirador suyo.

Pese a no haber escrito sino con máquinas de escribir tradicionales, Hemingway tiene la más fabulosa "animita" en la web y ello permitirá que lo descubran millones de personas en todo el mundo. Ellos conocerán sus afirmaciones persistentes: "Hay que vivir peligrosamente". Podrán leer su prosa directa e inimitable ("una sucesión de frases breves"), corregida una y otra vez, que le hizo decir a Lenka Franulic que "sus personajes son los más lacónicos de la literatura contemporánea".

Para los nuevos admiradores de Hemigway, se hará evidente, como para los muchos que los precedieron, la afirmación de la revista Time: "Todo en Hemingway es visto como si lo mirara un hombre en el día en que sabe que va a morir". Es posible, incluso, que los seguidores de Gabriel García Márquez, reconozcan la cercanía de esta afirmación con el comienzo de "La crónica de una muerte anunciada". No es vano, el propio Gabo contó con entusiasmo su fugaz encuentro con Papá Hemingway., en París, en sus años mozos.

Lo esencial en Hemingway es que sus personajes saben que van a morir. Tienen una visión heroica de su destino y esa certeza no los anula, sino que les da una dimensión mayor. Los saca de su débil condición humana y les permite salir, con la frente en alto, a luchar contra los toros, contra la adversidad, contra las tropas franquistas, contra el mar cruel y los tiburones...o contra el peso de los años, como ocurre en Al otro lado del río y entre los árboles.

El gran misterio de Hemingway es su final, su incapacidad de enfrentar el desafío final, tal como lo habían hecho sus héroes de ficción. Enfermo, según algunos conocidos con visibles muestras de debilidad física y mental, antes que entregarse a la muerte, prefirió adelantarla por propia voluntad.

Pero ese es apenas un detalle. Lo grande es lo otro, lo que perdura.

(Publicado en El Sur de Concepción. 17 de julio de 1999)