Larga batalla por la libertad

Era apenas un adolescente cuando editó su primer periódico. Para Héctor González Valenzuela, un joven rancagüino que estudiaba en el Liceo de Hombres, fue una significativa realización personal. Pero, sin proponérselo, provocó su primer encontrón con una dura realidad: un carabinero lo citó al juzgado y un magistrado “paternal, pero severo”, le hizo ver que no había cumplido las disposiciones legales en su aventura periodística.

Desde ese día, contó esta semana este periodista, académico y dirigente gremial al recibir un homenaje de la Asociación Nacional de la Prensa, se reafirmó en su vocación. Y, al mismo tiempo, “sentí que nunca aceptaría leyes que restringieran la libertad de expresión”.

La anécdota es una adecuada síntesis de una larga vida. La pasión de Héctor González, hijo del fundador de El Rancagüino y padre de dos periodistas, es el periodismo. Pero es un amor compartido. Oriundo de “la histórica ciudad”, González también ha dedicado parte fundamental de su inteligencia y de su tiempo al culto del Padre de la Patria, Bernardo O’Higgins.

El pasado 20 de agosto, mientras en Chillán se concentraban las máximas autoridades del país para festejar el natalicio de O’Higgins, en la plaza de Rancagua, frente a un auditorio más modesto pero igualmente variopinto, Héctor González recordó cumplidamente la figura del Libertador. Partió poniendo el énfasis en los años de su infancia, desde su nacimiento en un mes en que florecen los aromos y los almendros. Con esta misma perspectiva –la niñez del héroe- cautivó, no hace mucho, a un amplio contingente de párvulos, compañeros de uno de sus pequeños nietos.

Es que González, premiado por la Academia Chilena de la Lengua, a la cual pertenece desde hace un cuarto de siglo, es un narrador que fascina con sus descripciones, con el retrato del paisaje chileno, recorrido mil veces y profundamente querido. Pero, sobre todo, es un comunicador que entiende que lo suyo es el servicio a la comunidad. Lo prueban sus trece mil editoriales en casi medio siglo que ha ejercido como director. Por eso está orgulloso de haber logrado que El Rancagüino apareciera el 11 de septiembre de 1973 en la tarde con un impactante titular: “Revolución militar”.

Por eso, el pasado 15 de agosto, cuando su diario completó 88 años de vida, subrayó que se trataba de “años de permanente servicio a la ciudad y a la ubérrima Región del Libertador Bernardo O’Higgins. Ochenta y ocho años como testigos privilegiados del progreso del mundo, de Chile y, en especial, de la historia de Rancagua y de las tres provincias enclavadas en pleno centro geográfico de la tierra chilena”.

Y, tal vez recordando –como lo haría unos días más tarde- su accidentado primer ensayo periodístico, recalcó también: “Con justo orgullo hemos enarbolado nuestro estandarte de lucha incansable, permanente, por la Libertad de Prensa, que es parte de la Libertad de Expresión, que es esencia de la Democracia y que es, a su vez, parte de los Derechos Humanos”.

Hoy nadie recuerda el nombre del celoso guardián de la letra de la ley que amonestó al joven que audazmente se iniciaba en las labores periodísticas hace casi siete décadas. Ese joven, en cambio, pese al tiempo, las canas, los dolores y las esperanzas vividas, representa lo mejor de su ciudad y su región. Y, para la Asociación Nacional de la Prensa, es un ejemplo digno de unánime aplauso.

Publicado en el diario La Prensa Austral de Punta Arenas el sábado 30 de agosto de 2003

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