Como todo cambio de gran magnitud, el Transantiago generó dificultades. Pero es evidente, como plantea con sabiduría el padre José Aldunate, que las cosas resultaron peores por una campaña que puso el énfasis en los problemas.

Pesimismo por Transantiago.

Columnista invitado: José Aldunate s.j.

El Transantiago es un organismo de gran enormidad y complejidad. Excede en estas dimensiones al mismo Metro capitalino. Hay un complicado mecanismo técnico y un tal vez no menos complicado equipo humano. Su preparación y lanzamiento ha despertado muy diversas reacciones en nuestra ciudadanía, lo que me parece interesante analizar. Es una ocasión para tomarnos el pulso y hacernos una autocrítica.

Lo primero que me ha llamado la atención es la multitud de “profetas de la desgracia” (una frase del Papa Juan XXIII) que ha suscitado la preparación del Transantiago. Ya antes de su inauguración, por todos los medios de comunicación se proclamaba que será un fracaso, que nadie estaba informado, que los choferes estarían en paro, que el Metro se colapsaría, que los paraderos estaban destruidos, que las tarjetas Bip! estaban agotadas...

Quizás era cierto que no todo andaba viento en popa. Pero la unanimidad del anuncio de la desgracia y cierta complacencia que los medios de comunicación ha puesto en él, apuntan a otras motivaciones. La prensa y la televisión buscan noticias y acogen las que rompen la normalidad y causan perturbación. Además, se da aquí un influjo de carácter político. Nuestros medios, y sobre todo la prensa escrita, es dependiente mayormente de la oposición política, y ésta ha tomado una actitud de crítica sistemática en contra del Gobierno y de sus actuaciones. Esto nos devela un hecho que me parece grave: se ha considerado el Transantiago no como una empresa de todos, sino como una iniciativa del Gobierno actual, que se puede criticar desde fuera.

Lo anterior es estrategia que ha tomado la oposición: considerar ya fracasado a este Gobierno, porque ya nada realmente bueno se puede esperar de él. Sólo valdría esperar y preparar la alternancia, es decir, un nuevo Gobierno de la actual oposición. Y por esto la derecha ya tiene candidatos proclamados para 2009. Estos antecedentes llevan lógicamente a la oposición y a su prensa y otros medios a desear, y aún a buscar, el fracaso del Transantiago. Esto es no solamente feo, sino totalmente inmoral. No creo que todos lo opositores hayan llegado a eso. Alguno ha dicho explícitamente lo contrario: que él apoya el Transantiago. Pero es significativo que lo haya tenido que decir.

Publicada en La Nación, Santiago, el viernes 9 de febrero de 2007

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