Cuento largo pero moderno

Columnista invitado: Juan Gargurevich.
jgargure@pucp.edu.pe
Periodista y profesor universitario peruano

Un joven hombre de negocios decide realizar un crucero por el Pacífico para relajarse y olvidarse de los problemas. Pero una noche estalla una fuerte tormenta que finalmente hunde al barco.

Nuestro hombre consigue aguantar en medio del oleaje agarrado a un salvavidas, y cuando la tormenta cede, está en la playa de una hermosa isla, llena de palmeras plataneras y cocoteros.

Varias semanas después, cuando ha perdido toda esperanza, un buen día observa asombrado que se acerca una pequeña balsa tripulada por una joven y guapa mujer.

-Vivo al otro lado de la isla -le dice-. Supongo que tu también serás superviviente del crucero en el que viajaba yo.

Si -contesta el hombre-. -Pero… dime. ¿Cómo has hecho para construir esa balsa?

-Extraje el látex de algunas plantas, y con árboles de eucalipto… -contestó la joven.

La chica, mientras hablaba, miraba a su alrededor.

-Oye. ¿Dónde vives tú? No veo por aquí ninguna construcción para protegerte.

-No hay ninguna. Me he protegido debajo de las palmeras.

-Anda, sube -dice la muchacha, señalando la balsa- Te invito a mi choza.

Cuando llegan al otro lado de la isla, el hombre observa asombrado la perfección con que la chica ha construido la choza.

-¿Quieres tomar algo? -le ofrece ella.

-No, gracias. Estoy ya saturado de tomar agua de coco.

-No es agua de coco normal. He construido un pequeño sistema de destilación, lo macero con piña, y lo que te ofrezco es auténtica piña colada.

Mientras toman los refrescos, la mujer lo mira con curiosidad.

-Oye. ¿Tú siempre has llevado la barba así de crecida?

-No, no –responde. -Siempre me ha gustado ir bien afeitado… Pero aquí, en la isla, no he tenido ningún instrumento para hacerlo…

-Pues ahora sí puedes. He fabricado un instrumento con el que me depilo las piernas, y también podrás tomar un baño templado, con un sistema que he ideado. Pasa al interior y verás.

El se afeita perfectamente con un aparato hecho de gruesas espinas de pescado, y una concha muy afilada. Y se baña en el agua templada que sale de un tubo que atraviesa la pared de la choza.

Cuando termina, limpio y afeitado, la joven lo mira con una sonrisa de complacencia. Le indica que se acomode en una amplia hamaca de su creación, y le dice:

- Ahora mismo vuelvo. Me voy a poner algo más cómodo para la noche.

A los pocos minutos regresa, con el pelo suelto hasta la cintura, caminando despacio, contoneando las caderas. Lleva puesto un breve bikini hecho de hojas. Se dirige al hombre, que ahora está medio adormilado después del relajante baño y con una pícara sonrisa, adelantando el generoso y perfumado busto, le susurra al oído:

-Oye. Después de todo este tiempo que has estado solo… ¿No te gustaría hacer algo que no has podido hacer, y que tanto nos gusta a los hombres y a las mujeres?

Nuestro amigo abre los ojos con asombro. Se incorpora de golpe, y presa de la emoción dice:

-¡¡¡NO ME DIGAS QUE PUEDO REVISAR MI CORREO ELECTRÓNICO!!!

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