Con motivo de un comentario aparecido en la edición pasada de este sitio, algunos lectores manifestaron su discrepancia respecto del juicio sobre el Presidente Hugo Chávez y sus motivos. Para no reiterar solamente las razones ya entregadas, parece preferible recurrir s la voz autorizada del comentarista Sergio Muñoz R. quien opinó en La Nación el 23 de enero pasado:

El ilusionismo del siglo XXI.

Columnista invitado: Sergio Muñoz Riveros

Habiendo escuchado ya suficientes discursos y proclamas de Hugo Chávez, pero sobre todo habiendo observado su estilo de gobernar, no deberíamos tener mayores dudas respecto de lo que representa. Si faltaban elementos de juicio, los aportó el 10 de enero en la ceremonia de inicio de su nuevo período. Ese día, terminó su discurso así: “Juro por Cristo, el más grande socialista de la historia: Patria, socialismo o muerte. Lo juro”.

¿Patria o muerte? ¿Socialismo o muerte? Suenan familiares. Durante 48 años han resonado como justificación de la dictadura en Cuba. No es casual. Cada vez que tiene oportunidad, Chávez manifiesta una adhesión incondicional y melosa hacia Fidel Castro, a quien exalta como su maestro.

Pero no se trata sólo de consignas. Chávez tiene una desorbitada idea de la misión que debe cumplir en su país, América Latina y el mundo, y aspira a convertir a Venezuela en una “república socialista”, para lo cual necesita todo el tiempo que sea posible. Luego de la ceremonia, precisó sus intenciones: “Ustedes saben que yo he propuesto la reelección indefinida del Presidente de la República. Se está redactando la propuesta”.

Es como para sentir inquietud por el futuro de los venezolanos y por el efecto de este nuevo espejismo de “gran solución” en un continente que ha sido pródigo en proyectos mesiánicos que han terminado en grandes catástrofes. La disposición del caudillo es suficientemente clara: “Nada ni nadie podrá desviarnos del camino hacia el socialismo bolivariano”.

¿Y qué tendrá que ver Bolívar con esa cosa que Chávez llama socialismo? Nada, por supuesto. Se trata de un abuso que consiste en parapetarse detrás de la figura del libertador para legitimar un proyecto “autoritario, autocrático y militarista”, como lo definió Teodoro Petkoff, director del diario “Tal Cual” y resuelto opositor, en una entrevista en BBC Mundo. Allí anunció que la oposición no le dejará el camino libre a Chávez. La Asamblea Nacional ya aprobó en primer trámite y por unanimidad la llamada “Ley Habilitante”, que otorga facultades a Chávez para gobernar por decreto en los próximos 18 meses. En la Asamblea no hay representantes de la oposición ya que ésta no participó en las elecciones legislativas de 2005, lo que Petkoff considera que fue un error.

Chávez intenta aprovechar la alta votación que alcanzó en la última elección para radicalizar la acción de su gobierno e imponer la completa hegemonía de su bando. Así lo evidencian la cancelación del permiso de una cadena de TV; el proyecto de reelección presidencial indefinida; el anuncio de nacionalización del sector energético y de telecomunicaciones y la explícita voluntad de copar los espacios de poder en el nivel local.

La noción de “socialismo del siglo XXI” como vía de redención social en América Latina tiene poco de novedosa. Más allá de una retórica en la que resuenan los ecos de los años 60, es un intento de reverdecer la vieja fórmula del estatismo centralizador, esto es, la idea de que el Estado actúe como gran propietario y coarte la acción de la empresa privada. En rigor, capitalismo de Estado, pero con boina roja. A esto, Chávez le agrega el ingrediente de mostrarse como un líder combativo que desafía al imperio, lo que siempre arranca aplausos.

El principal instrumento “revolucionario” de Chávez es la bien provista chequera del Estado venezolano. Sin las reservas internacionales que le aporta el petróleo (se calculan en 55.000 millones de dólares), la irradiación del “socialismo del siglo XXI” sería igual a cero.

Evo Morales sigue desde hace un año las aguas chavistas y el futuro de Bolivia es, por lo menos, incierto, sobre todo por la declarada intención del partido gobernante de imponer una nueva institucionalidad con el fin de “refundar” Bolivia. No sabemos si Daniel Ortega en Nicaragua y Rafael Correa en Ecuador demostrarán mayor realismo, pero el primero ha hablado de abrir paso a una “democracia directa” y el segundo quiere también una Asamblea Constituyente de estilo refundador (valga recordar que en 176 años de vida republicana, Ecuador ha tenido 20 constituciones y 13 asambleas constituyentes).

En su programa televisivo “Aló, Presidente” de anteayer, que duró más de cinco horas, Chávez expuso acerca de lo que llamó una “Nueva Geometría del Poder”, así como sobre la “visión revolucionaria de la geografía”, disciplina que describió como un arma para la guerra. Además, adelantó parte de su proyecto de “migrar comunidades enteras” a nuevos asentamientos o “ciudades socialistas”. Dijo que Caracas debía tener el 50% de su actual población.

Chávez es un personaje histriónico, pero hay que tomarlo en serio. Apenas oculta su deseo de reemplazar a Castro como líder revolucionario continental. Tiene menos luces sin duda, pero más poder económico.

A Venezuela le esperan días difíciles.

Publicado en La Nación el 23 de enero de 2007

Volver al Índice