Difícil martes 13.

El peor error de Bush es no saber cuál es su peor error. El enfrentamiento del presidente de los Estados Unidos con los periodistas, el martes 13, se había hecho inevitable: desde el comienzo de la invasión de Irak no había dado una conferencia de prensa y, la suma de situaciones conflictivas -en casa y en Irak- lo obligó a ponerse delante de los micrófonos. Pero, en lo que debía ser una respuesta firme en una coyuntura difícil, se le vio -a juicio de los analistas de su propio país- vacilante e indeciso.

Un periodista le preguntó si sentía que había cometido algún error desde el 11 de septiembre de 2001. El mundo entero -a Chile la imagen llegó por CNN- lo vio en lucha contra su incomodidad. Según Matthew Cooper, de la revista Time, “se le trabó la lengua y no se le ocurrió nada. ‘Tal vez no soy tan rápido como debería ser’, comentó (finalmente)”.

En la reunión con la prensa, el presidente George W. Bush debió reconocer lo obvio: abril ha sido el peor período desde el inicio de la guerra; “duro”, según su propia calificación. Pero no sólo en Irak. Otra devastadora batalla se sigue librando en Washington, a corta distancia de la Casa Blanca, en el seno de la Comisión Especial que investiga lo ocurrido en 2001.

Durante una semanas la atención de la prensa se concentró en quienes aseguraban que el gobierno de Bush había recibido advertencias acerca de la amenaza de Al Qaeda pese a las cuales no hizo caso. El que inició esta ofensiva fue el ex asesor de seguridad Richard Clarke, cuyo libro -“Against all enemies” (“Contra todos los enemigos”)- se ha convertido en un fulminante best-seller. El tono cambió cuando fue el turno de Condoleeza Rice, cuyo testimonio se trató inicialmente de bloquear. Aunque fue duramente tratada por los integrantes demócratas de la Comisión, haciendo honor a su fama se las arregló para superar airosa la prueba.

Siguió un nuevo capítulo polémico. En los últimos días las preguntas han girado en torno a dos ejes: cuál fue la causa de la descoordinación flagrante de los servicios secretos como el FBI y la CIA y qué se puede hacer para mejorar las cosas. Esta parte del libreto estuvo a cargo de George Tenet, director de la CIA y Robert S. Mueller, del FBI.

La Comisión, al parecer, está pensando lo mismo que Bush: se requiere, con urgencia una reestructuración profunda del sistema. Se ha hablado de un organismo como el MI5 de los británicos. El jueves pasado trascendió que, por lo menos, se intenta unificar la dirección de los 15 servicios de inteligencia bajo un solo mando. Pero el debate está recién empezando.

Ni siquiera está concluido el capítulo referido a lo que supo el gobierno norteamericano antes del 11 de septiembre y cómo reaccionó. Aunque ningún servicio secreto puede garantizar el éxito, todos los indicios apuntan a que fueron muchas las advertencias desoídas. El fiscal general (equivale al ministro de Justicia), John Ashcroft, dio a entender que no se tomaron medidas más severas porque, aunque había informes, nunca se habló -según él- de la posibilidad de ataques en territorio norteamericano. Peor aún, Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, reconoció que había subestimado el nivel de violencia en Irak. “Nunca pensé que tendríamos el número de bajas que hemos tenido en los últimos días”, señaló.

Publicado en el diario El Sur de Concepción el lunes 19 de abril de 2004

Volver al Índice