La mesita de Patricia

Cualesquiera hayan sido las razones de Patricia Villablanca para salir, el Primero de Mayo, con una mesita en las manos de una sede bancaria atacada por vándalos en la Alameda de Santiago, es evidente que ya fue castigada en exceso por los medios. Su imagen, exhibida una y otra vez en la televisión, permitió que sus vecinos en la Villa Portales la identificaran y, pese a una negativa inicial, terminara reconociendo su acción. Desde entonces está sometida a la justicia, que es más de lo que se puede decir de buena parte de quienes, ese mismo día, rompieron vidrieras, arrasaron con señales del tránsito y saquearon y trataron de incendiar diversos locales comerciales.

El error de Patricia fue tomar lo que no era suyo. Su mala suerte fue encontrarse de frente con un camarógrafo de Chilevisión.

Está claro, a estas alturas, que el camarógrafo hizo bien su tarea. No fácil mantener la calma y el pulso firme en medio de la vorágine. Igualmente hizo bien el canal al exhibir la nota periodística. No es lo mismo grabar una acción de este tipo, realizada a plena luz del día, que introducir una cámara de manera subrepticia en el despacho de un juez. Ni siquiera la reiteración de las imágenes podría suscitar dudas: después de todo, Patricia Villablanca no había sido identificada y era conveniente que se investigara si había actuado sola o formaba parte de un grupo organizado.

Lo que nadie podía pensar –salvo en la fértil imaginación de un publicista- era que la desafortunada acción de Patricia Villablanca pudiera servir para un comercial. El comercial de Easy corresponde a una corriente que ha hecho escuela: los spots humorísticos.

Dice el periodista Jorge Montealegre: “En el desarrollo de la publicidad el humor tiene un espacio natural. Entre otras cosas porque es inconcebible un publicista talentoso que carezca de sentido del humor y de capacidad de síntesis. Son componentes de la creatividad. Hoy, con herramientas prácticamente ilimitadas, los creativos desarrollan piezas publicitarias en la gráfica, la radio y televisión, dando rienda suelta a su ingenio humorístico. Y con buenos resultados”.

Aparentemente, los clientes lograr atraer la atención acerca de sus ofertas con una sonrisas o una carcajada. El caso más recordado es el de: “Cómprate un auto, Perico”. Pero hay otros que resultan menos chistosos. Los odontólogos ya se quejaron una vez por una publicidad que los hacía aparecer como torturadores.

A veces se producen otras protestas. Los supermercados Jumbo se promocionaron un año con un papá que engañaba a su hijo que no sabía como escribir “mountain-bike”. Más que un problema de humor, a veces se trata de afectar valores –la credibilidad del padre, en este caso- que para la mayoría son sagrados.

Al final, esta tarea termina siendo un ejercicio de ensayo y error. A veces los comerciales pasan sin objeciones. Pero no siempre. Hablar de “filete” para promocionar un jeans femenino puede ser gracioso en el baño de varones, pero es difícil de aceptar en la ventanilla trasera de un bus.

Lamentablemente, lo que siempre se impone en estos casos es la realidad concreta del avisador que amenaza con retirar la cuenta, y no el principio básico: el respeto a las personas y a su dignidad. Ese es el problema ético de fondo.

Mayo de 2006

Volver al Índice