Globalización: la oportunidad posible

En “El poder en el mundo”, el periodista y escritor español Joaquín Estefanía hace una definición útil y concisa de la globalización. Dice que “es aquel proceso por el cual las economías nacionales se integran de modo progresivo en el marco de la economía internacional, de manera que su evolución depende cada vez más de los mercados internacionales y menos de las políticas económicas gubernamentales”.

Puede gustarnos o no. De hecho a Estefanía le parece que hay un peligro para “el concepto mismo de democracia” en la medida que “la economía depende más de los mercados internacionales y menos de las políticas económicas gubernamentales”.

Pero él mismo y la mayoría de los dirigentes políticos de todo el mundo están de acuerdo que la tendencia es inatajable. Como dicen que decía Petronio, el romano, si no podemos destruirlos, hagámonos cristianos. Esa, por lo menos, parece ser la decisión del gobierno chileno. En Washington, en estos días, la canciller Soledad Alvear ha dicho que Chile respetará el cumplimiento de las normas internacionales sobre el trabajo y la conservación del ambiente en las negociaciones para un tratado de libre comercio.

Ese es, por lo demás, el problema que acompaña invariablemente a una negociación de este tipo. Lo que no siempre está claro es el costo de estos acuerdos. Por otra parte, tarde o temprano hay un choque entre la conciencia de los consumidores que agradecen los productos baratos, pero se resienten cuando saben las condiciones en que son fabricados.

La historia más reciente difundida por Internet se refiere al caso de los productos deportivos Nike. La firma ofrece “personalizar” sus zapatillas a quien las adquiera e indique la palabra o frase que quiere que luzcan. Las cosas funcionaron bien hasta que Jonah H. Peretti, junto con pagar cincuenta dólares, solicitó poner: “sweatshop”. Lo que siguió fue un intercambio de correos electrónicos, en los que Nike –que inicialmente adujo que rechazaba la palabra por ser “jerga”- se negó a cumplir lo ofrecido. ¿La razón? A comienzos de año, la firma anunció el traslado de sus operaciones desde Indonesia a Vietnam, aduciendo un aumento de costos. Desde 1995, numerosas organizaciones de derechos humanos han sostenido que para asegurar costos bajos, en dichos países se emplea a niños y en general se trabaja en condiciones insalubres.

La molestia de Nike se debe obviamente a que, según el diccionario Webster -lo más parecido al de la Real Academia de la Lengua en castellano- define “sweatshop” como "un negocio o fábrica en la cual los empleados trabajan por largas horas por bajos salarios y en condiciones insalubres".

Las vías de protesta pueden ser nuevas. Pero el tema no lo es.

El miércoles pasado, una firma china fue condenada en Estados Unidos por utilizar el trabajo de presos en una cárcel de Nankin para ensamblar productos de escritorio. Aimco, la firma en cuestión, pasa ahora por una grave crisis, ya que sus precios competitivos la habían convertido en líder mundial en el rubro, sobre todo en el mercado norteamericano.

Lo interesante del caso es que el juez que tomó la decisión se basó en una ley de protección de los derechos humanos…. de 1932.

En definitiva, lo que hay aquí –y esa es la lección para los chilenos interesados en el tratado de libre comercio con Estados Unidos- es que, más que un problema, deberíamos considerar este punto como una oportunidad. Si se mejoran (¡y cumplen!) las leyes laborales, en especial en materia de trabajo infantil, podremos entrar con paso confiado en la globalización.

Si no, tarde o temprano tendremos problemas.

Publicado en El Sur de Concepción el 3 de Marzo de 2001