La paradoja irlandesa

Como una monstruosa bomba de racimo, la serie de ataques terroristas del 11 de septiembre hizo sentir sus efectos a lo largo y ancho del mundo. Aparte de la destrucción de vidas y bienes materiales en Estados Unidos, produjo una generalizada sensación de inseguridad y, como se empieza a apreciar, podría dar inicio a una catastrófica crisis mundial.

Paradojalmente, sin embargo, también tuvo efectos positivos. Y uno de ellos, que no ha sido suficientemente destacado, lo constituye la decisión del clandestino Ejército Republicano Irlandés (IRA, en inglés) de desmantelar sus arsenales tras décadas de lucha.

Este paso ha sido calificado como histórico y es el más significativo desde los acuerdos de paz del Viernes Santo de 1998 y debería asegurar su plena puesta en práctica. Hasta el momento del anuncio -hace menos de dos semanas- el laborioso proceso para terminar la lucha en Irlanda del Norte se había frustrado reiteradamente, con episodios dramáticos, en especial los que han afectado a niños y jóvenes, dejando profundas cicatrices entre católicos y protestantes.

En 1998 se creyó vislumbrar el final del conflicto. Pero no fue así. Este año las tensiones se fueron agravando en medio de mutuas acusaciones acerca de quien provoca a quien. En este período, el ejército clandestino de los católicos sostuvo que jamás entregaría sus armas porque ello equivaldría a una rendición.

¿Qué fue lo que les hizo cambiar de opinión y proceder a la destrucción masiva de armas y explosivos bajo supervigilancia de una comisión de desarme, presidida por el general canadiense John de Chatelain?

En un comunicado oficial, el IRA reconoció que el proceso de paz estaba en serias dificultades, a punto de llegar a una crisis final. Pero también se hizo notar que les afectaba el cambio de actitud del gobierno y la opinión pública de Estados Unidos frente al terrorismo y la violencia política.

En un mundo que ahora no justifica, bajo ningún pretexto, los atentados terroristas, el IRA percibió que estaba condenado a terminar de manera lastimosa lo que para sus integrantes y no pocos partidarios en el mundo había sido una lucha heroica.

Se sumó igualmente el hecho de que en agosto pasado, tres de sus miembros fueron detenidos en Colombia, acusados de estar ayudando a la guerrilla marxista, lo que también significó un serio problema de imagen entre sus simpatizantes en Estados Unidos y otros países de Occidente, una vital fuente de apoyo y financiamiento.

No ha sido una decisión sencilla. Tampoco significa que se haya asegurado automáticamente la solución definitiva del conflicto. En los últimos días, hubo algunos estallidos esporádicos de violencia, incluyendo asesinatos selectivos, que demuestran el enorme peso de los años de combate. Pero, sin duda, se ha dado un gran paso adelante, como reconoció el presidente de Estados Unidos, George W. Bush: ''El pueblo de Irlanda del Norte está ahora considerablemente más cerca de la paz duradera que merece ampliamente'', dijo. Para el primer ministro británico Tony Blair, la situación se resume en tres palabras: ''Un hito significativo''.

Publicado en El Sur de Concepción el 3 de noviembre de 2001