La paz, como la verdad, todavía lejana

Es probable que la más vieja verdad acerca de un conflicto bélico sea la afirmación de que siempre la primera víctima es, precisamente, la verdad. La actual crisis en Medio Oriente no escapa a este axioma.

Pero, al revés de lo que ocurría en el pasado, esta vez no solo tenemos versiones en pugna. El domingo pasado, un informe de The New York Times mostró que dos cadenas internacionales: Al-Jazeera y CNN pueden enfatizar, a nombre de la verdad informativa, ángulos tan distintos que llegan a ser contradictorios. Como lo saben –dolorosamente- muchos chilenos de origen palestino, para un sector sólo hay terroristas. Pero, para otros chilenos, resulta incongruente la caracterización como “mártires” y de “héroes” de los militantes suicidas. Esto último es lo que hace constantemente, según recalca el diario norteamericano, la cadena de Kuwait. Los críticos de la CNN han asegurado que pasa lo mismo, pero al revés.

Aunque este es un caso extremo, no es el único.

Cada tele-espectador, en cualquier latitud, tiene ante sus ojos, todas las noches, imágenes conmovedoras, sangrientas, desoladoras –rara vez invitan a la esperanza- que le dicen, sin decírselo: esta es la verdad, esto es lo que realmente está ocurriendo.

Todos estamos conscientes de que las cámaras son selectivas: acotan la realidad mediante los encuadres, seleccionando lo que los operadores quieren mostrar y lo que los protagonistas de la noticia permiten que se muestre. Todos lo sabemos, pero nunca lo recordamos a la hora de instalarnos frente al televisor y cada noche creemos estar viendo la “realidad real” de los acontecimientos.

No es así. Aunque hay mucho mito respecto de quien domina los medios, lo que está claro es que en un conflicto como el de Medio Oriente, donde se mezclan pasiones ancestrales e intereses económicos inmediatos, las razones para la manipulación son más fuertes que nunca. El rechazo al terrorismo, en especial después de los ataques en Nueva York y Washington el pasado 11 de septiembre, están en un lado de la balanza. En el otro, hay que colocar el uso excesivo de la fuerza, la sensación de un ejército moderno, bien pertrechado, que combate contra civiles casi inermes.

Esta es, probablemente, la primera vez que la opinión pública de muchos países, incluyendo a Chile, no ha estado firmemente alineada con el Estado judío, con su derecho a existir y a defenderse, como fue una tradición por más de 50 años. Es ¡qué duda cabe! el resultado del bombardeo incesante de imágenes, más que cualquier comentario u opinión intencionada.

Pero ¿es esa, realmente, la verdad?

Imposible decirlo desde la distancia. Lo único que a mi, personalmente, me queda claro en todo esto, es que lo que vemos todos los días, sea o no la verdad, no es toda la verdad.

En una época que vive de las imágenes, sólo tenemos eso: imágenes. Si no hay imágenes, nos dicen los televisores, no hay noticias. Y, al revés: mientras más dolor y destrucción se muestre, mejor. Pero nadie, o casi nadie, se preocupa de las explicaciones, de que entendamos lo que está pasando, cuál es el origen del conflicto, cuáles son las razones para tanto dolor y violencia.

Si entendiéramos, tal vez podríamos ayudar a aplacar estas iras ancestrales y lograr lo que todos dicen ansiar, pero que cada día parece más lejano: la paz.