Profesión ¿periodista?

Por estos días estoy de viaje en Australia. Me han invitado a la conferencia anual de la Asociación de Educación de Periodistas de ese país que organiza la Escuela de Comunicación, Diseño y Medios de la Universidad de Western Sydney. El tema: “Profesión, periodista”.

Se pretende, explican las autoridades del encuentro, “poner el foco de atención en las realidades del periodismo en el siglo XXI y los desafíos que enfrenta”.

A medio mundo de distancia, el tema resulta inquietante: el periodismo chileno en los últimos tiempos parece haber ganado un espacio importante en la denuncia. Pero, al mismo tiempo, por primera vez sus procedimientos –en especial en la televisión, pero no sólo en ella- han sido duramente criticados y sometidos a examen tanto por los tribunales como por los organismos encargados del cumplimiento de las normas éticas. Unos y otros han encendido luces de advertencias sobre el uso de recursos técnicos, pero, sobre todo, acerca de la eventual confusión en que se podría incurrir cuando un periodista asume el papel de policía o de juez.

Es preocupante que ello ocurra justo cuando en Chile se han cumplido 50 años desde la puesta en marcha de las dos primeras escuelas de Periodismo: las de las Universidades de Chile y de Concepción. Medio siglo después de que se cumpliera ese viejo anhelo de generaciones de periodistas autodidactas, hay generaciones de profesionales que han hecho un notable aporte a la profesión y al país: dirigen medios, protagonizan espacios en la radio y la televisión y, además, hay una generación joven que ha incursionado con acierto en los medios electrónicos.

Pero también asistimos, sin que a la gran mayoría parezca importarle, al reinado de los “gurúes” autoproclamados, los animadores que no saben pronunciar, las estrellitas que no saben nada de nada y que cruzan –fugaces- por el firmamento mediático. No eran esos, ciertamente, los frutos que esperaban el rector Juan Gómez Millas, los Presidentes Gabriel González Videla y Carlos Ibáñez, y los periodistas encabezados por Juan Emilio Pacull que estuvieron detrás de las escuelas y del Colegio de Periodistas.

Pero el futuro podría ser todavía más sombrío. Mientras preparo mi presentación para Sydney, me entero, por un documento del Consejo Superior de Educación, que para el próximo año la avalancha continúa: 38 universidades, tradicionales o no, ofrecen 70 carreras de Periodismo desde Arica hasta Punta Arenas. Las hay para todos los gustos y bolsillos. La más cara es la de la Uniacc, en Santiago (2.998.000 pesos por año). La más económica la ofrece Arcis en Portezuelo, por la cuarta parte: 779 mil pesos al año. Por ley, sólo las universidades pueden ofrecer periodismo, lo que explica la enorme oferta: se anuncian 2147 vacantes, pero hay 18 escuelas que no indican vacantes, por lo que la cifra podría estar cercana a los tres mil estudiantes de periodismo el año próximo, listos para titularse en vísperas del bicentenario de la república.

Ninguna escuela aparece como acreditada, aunque la Universidad Católica de Chile acreditó su carrera en el sistema norteamericano y la Diego Portales en el sistema creado por la Sociedad Interamericana de Prensa.

Una sola pregunta me hago, mientras sigo juntando documentos para Australia: ¿qué razón hay para creer que estos futuros periodistas serán mejores que los actuales?

Honestamente, no tengo respuesta.

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en Noviembre de 2003

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