El precio de la dictadura-democrática

Si alguien cree que el Perú llegará al final del túnel, cuando asuma Alejandro Toledo, está equivocado. La larga y penosa travesía por las sombras, que se inició antes de la llegada al poder de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, parece encaminada en buena dirección. Pero todavía falta.

Lo que más falta hace, sin duda, es dinero. Perú ya no vale un Perú como creían, entusiasmados, los conquistadores españoles, fascinados por la riqueza encontrada. Y si como muchos otros países del continente experimentó un deterioro en sus términos de intercambio en el último medio siglo, la guinda de la torta se la pusieron Fujimori y sus amigos, que -según información de un miembro de la comisión que rendirá cuentas de la administración del presidente Paniagua- malversaron fraudulentamente unos tres mil millones de dólares. Frente a esta astronómica suma, los cerca de mil millones obtenidos por Toledo en una gira europea para ''pasar el chullo'' como señaló la revista ''Caretas'', representan un alivio, pero todavía quedan cortos.

Con todo, como lo demuestran los ''vladivideos'', el problema económico no es el único mal que aflige a los peruanos. La ''dictadura-democrática'' de Alberto Fujimori, como la llamó ''The Washington Post'', se asentó a su vez en la gran esperanza de quienes fueron a las urnas hace una década, y se reforzó con el implacable combate al Sendero Luminoso, incluyendo la trágica recuperación de la embajada de Japón en 1997. La violencia de estas acciones, marcadas por el total desprecio a los derechos humanos, será investigada ahora por la Comisión de la Verdad, cuyos siete integrantes fueron designados hace una semana. En un plazo de 23 meses deberá estudiar los casos de violencia terrorista y violación de derechos humanos ocurridos entre mayo de 1980 y noviembre del 2000 ''con miras a alcanzar la reconciliación nacional''.

El desafío es enorme. Tal vez el principal aliado que tuvo la dupla Fujimori-Montesinos fue la pasividad de gran parte de la opinión pública. Ello, en un país de 27 millones de habitantes, se origina en los altos niveles de pobreza y la consiguiente marginalidad informativa. Pero, sobre todo, en el deliberado esfuerzo del gobierno de Fujimori por doblegar al periodismo independiente. Se utilizaron métodos conocidos en otras partes, como las amenazas y los seguimientos de los aparatos de seguridad. Pero también hubo -según un Informe de la Defensoría del Pueblo- un uso generoso de recursos fiscales. El Estado destinó a su publicidad sumas crecientes de dinero en los últimos años: en 1999 se situó en el primer lugar, con 68 millones de dólares según las tarifas publicadas.

La Defensoría del Pueblo no objeta esta publicidad, sino la falta de respeto de ciertos principios constitucionales básicos, que se refleja en el apoyo a cuestionados medios o programas.

Para millones de peruanos, Alejandro Toledo representa una gran esperanza. El mismo lo dijo en la noche de su triunfo, a comienzos de junio. ''Juntos compartimos un sueño, el sueño de un Perú como un país sin corrupción, con justicia, igualdad y democracia...''.

Es un proyecto sencillo, pero nada fácil. En ninguna parte del mundo. Menos en Perú.

Publicado en el diario El Sur de Concepción, el 14 de julio de 2001