El puente destrozado

América Latina, según la gráfica expresión de Germán Arciniegas, se ha debatido a lo largo de su historia "entre la libertad y el miedo". Colombia no es la excepción. Pero en el medio siglo transcurrido desde que Arciniegas escribió su libro hasta ahora, se ha agregado otro atenazante dilema. Colombia vive hoy entre el deseo de normalidad y la amenaza del olvido. Esta semana, cuando se conoció un video grabado por doce diputados de la asamblea del Valle, secuestrados por las Farc en abril pasado, la primera reacción de sus parientes fue de alivio. Para todos fue una prueba de que están vivos. "Es maravilloso y gratificante", dijo Sergio Molina, primo del diputado Sigifredo López.

El gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria Correa, está en poder de la guerrilla desde abril pasado. En la gobernación se trata de mantener un ambiente de normalidad: cada día se da a conocer la agenda de las autoridades... pero sólo alguien que sepa algo de la vida política colombiana sabe que quien ocupa el despacho del gobernador no es Gaviria Correa sino su suplente. El diario "El Colombiano", de Medellín, también es igual a cualquier otro periódico del continente. Pero sus noticias hacen permanente referencia a personajes secuestrados y al esfuerzo de paz que ahora ha sido redoblado tras el cambio de gobierno, luego del paso de Andrés Pastrana al presidente Alvaro Uribe. Es un dilema inexorable: tratar de que la vida siga sin cambios, mientras se redoblan los esfuerzos por terminar con la violencia y lograr que vuelvan a casa los secuestrados.

El caso del gobernador Gaviria es especialmente dramático, según nos contó hace unos días la periodista colombiana Loreto Tobón, de visita en Chile. Gaviria es un activo militante de la no violencia. Basándose en ella, propuso a los antioqueños hacer una demostración pacífica mediante una marcha en apoyo de los ciudadanos de Caicedo, poblado a 120 kilómetros de Medellín y que ha estado desde 1995 bajo el asedio de las Farc y los paramilitares. Según explicó al hacer la convocatoria, el gobernador cree que "la no-violencia nos enseña que debemos odiar el pecado, mas no al pecador. Por eso, el propósito de esta marcha no es orientar el rechazo de la población sobre las personas que actuaron con tanta violencia. Deseamos construir un puente que permita la reconciliación entre ellos y la población de Caicedo...".

Durante cuatro días unas mil 500 personas, hombres, mujeres, jóvenes, niños, incluso discapacitados, marcharon por la montaña sin armas, cantando y rezando, en una conmovedora demostración de buena voluntad.

El último día, apenas a cuatro kilómetros de su objetivo, Gaviria y otras tres personas, incluyendo un sacerdote, fueron invitados a adelantarse al grupo a conversar con la guerrilla. Sólo dos regresaron. El gobernador y el comisionado de Paz del departamento de Antioquia, quedaron retenidos hasta ahora.

La situación es grave. Pero lo peor, según decía la periodista Tobón, es que nos acostumbremos a estos hechos y nos parezcan normales. Lo mismo creemos nosotros. Hasta ahora, en Medellín el tema preocupa. Hubo una "firmatón" que se propuso conseguir un millón de firmas a favor de los retenidos: se juntaron un millón 200 mil. Se han hecho otras marchas, parecidas a la que iba a Caicedo. En vez de l.500 personas se han juntado más de ocho mil. Pero nada. Y el mundo se insensibiliza. Tan poco llamativos son hoy los secuestros en Colombia que rara vez logran figurar en las noticias del día. Ni siquiera cuando se trata de un intento generoso por "construir un puente que permita la reconciliación...".

Eso es lo preocupante.

Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 31 de Agosto de 2002

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