La cuenta final

Si el asunto no fuera tan trágico –además de representar una amenaza global- cabría compararlo con las clásicas persecuciones del cine o la TV. Por años, Yaser Arafat y Ariel Sharon han encabezado una tenaz lucha en variados escenarios de Medio Oriente, hasta ahora sin resultados definitivos. Peor aún: el mayor enfrentamiento entre ambos líderes –hace 20 años- dio paso a una generación de jóvenes palestinos decididos a todos, incluido el suicidio, para lograr sus reivindicaciones. Aunque menos traumático, el esfuerzo de Sharon por llevar el combate hasta El Líbano tuvo un alto costo político en Israel que no se termina de pagar

En 1982 los temas eran básicamente dos, que todavía subsisten: el terrorismo y las represalias.

Hasta comienzos de la década de los 70 los palestinos –desalojados de su territorio ancestral por la fuerza o por el temor- vivieron como refugiados en Jordania. Desde allí fueron expulsados tras el “Septiembre negro” en una peregrinación que los llevó a El Líbano. Allí los grupos más extremistas iniciaron una guerra contra el Estado judío mediante ataques con cohetes katiushas e incursiones de comando. La seguridad del Israel fue la razón que esgrimió entonces Sharon como ministro de Defensa para ordenar el avance de su ejército más allá de su frontera norte, llegando hasta Beirut. Cuando finalmente dio el paso decisivo contra los asentamientos palestinos, ya Arafat no estaba ahí. En septiembre de ese año, enviado en misión periodística, tuve oportunidad de ver de cerca el despliegue bélico. También fui testigo, fugazmente, de una conferencia de prensa del propio Sharon, en la cual explicaba los movimientos de sus tropas. He visto mejores. Pero también comprendo por qué nadie lo acusa de tímido.

Completada la operación, ese mismo mes, todo mi trabajo de reporteo quedó brutalmente desactualizado luego de las masacres de Sabra y Shatila. Era un secreto a voces lo que más tarde confirmó la Justicia de Israel: la responsabilidad del ataque perpetrado por las fuerzas cristianas libanesas contra palestinos indefensos residía en último término en el propio Sharon.

En veinte años, Sharon ha fracasado una y otra vez frente a los palestinos. Al tratar de doblegarlos por la fuerza sólo ha hecho crecer la resistencia, en una escalada trágica que no parece tener salida.

En la semana que termina, sin embargo, la estrategia de Sharon -ahora convertido en jefe de Gobierno- pareció tocar fondo: su política ha recibido el unánime rechazo de la comunidad internacional, empezando por la ONU; la Unión Europea ha visto con sorpresa que sus representantes ni siquiera pueden conversar con el Presidente de la Autoridad Palestina; el Papa y los cristianos del mundo quedaron consternados porque la violencia llegó a Belén; y finalmente el gobierno norteamericano, que siempre le dio un respaldo incondicional, terminó por sumarse a la condena.

Hace veinte años, Sharon no logró en El Líbano lo que quería. Suprimió solo temporalmente la amenaza palestina y al mismo tiempo agravó la crisis interna libanesa. Hoy, en los territorios del Estado Palestino, la demostración de fuerza tampoco ha tenido mejor suerte: sus más fieles aliados lo están abandonando, la comunidad internacional quiere pasarle la cuenta por el descalabro social y económico de la región , y sobre el mundo se cierne la amenaza de una nueva crisis del petróleo, cuando recién parecía superada la emergencia del año pasado.

Este mismo fin de semana debe empezar la cuenta regresiva para el conflicto. Es de esperar que así sea. Lo contrario abre las puertas a una catástrofe global.

Publicado en el diario El Sur de Concepción el 6 de Abril de 2002