Solitario, pese a tantas firmas

Creer, en función del fugaz éxito en las urnas del francés Jean Marie Le Pen, que el mundo se derechiza, es una exageración. La victoria personal de Jacques Chirac y el apoyo que recibió en las elecciones legislativas sólo confirman la importancia del centro, más centro-derecha que centro-centro, sin duda.

El comienzo del siglo 21 -no nos metamos con el milenio, que va para largo- está marcado por la aceleración de un fenómeno antiguo, como la globalización, a caballo de la revolución cibernética, que nos lleva por los andurriales de la nueva economía. Y esta nueva economía parece inexorablemente asociada a posiciones de centro.

Por eso es tan extemporáneo el esfuerzo de Fidel Castro de legitimarse, mucho después de cumplir las cuatro décadas en el poder. El mundo no va a la ultra derecha. Pero, después de la caída del Muro, el fin de la Unión Soviética y el colapso de los "socialismos reales" obviamente no va para la otra punta. Castro en cambio, con su insistencia de que "no regresaremos al capitalismo", ha enfilado con entusiasmo hacia lo que sólo es un callejón sin salida.

Simplificando las cosas, podría decirse que el líder cubano se ha portado bien últimamente. Solidarizó con Estados Unidos después de los ataques terroristas del 11 de septiembre; le hizo caso a Vicente Fox cuando le pidió que no incomodara en Guadalajara; recibió cordialmente al ex presidente norteamericano Jimmy Carter y le abrió las cámaras de televisión y las páginas del "Granma" para que criticara ásperamente al régimen.

Tanto empeño no ha conmovido a George W. Bush. Desde siempre Castro está atravesado en la garganta del presidente y también de su familia, en especial su hermano, el gobernador de Florida. El 20 de mayo, como culminación de una serie de críticas y en rechazo a todas las sugerencias que se debería levantar o suavizar el bloqueo económico -condenado incluso por el Papa Juan Pablo II- Bush pidió elecciones libres, respeto a los derechos humanos y cambios en la economía.

En menos de un mes, Fidel Castro armó su respuesta.

Ha tenido que hacerlo en medio de una grave crisis económica. Las causas son múltiples, pero la caída del precio del azúcar es la más importante. Ello se agravó con la baja del turismo después del 11 de septiembre y las dificultades de Venezuela, que afectaron el suministro del petróleo. En estos días se organizaron masivas demostraciones de apoyo para concluir, finalmente, con un plebiscito sui generis: la recolección de firmas a favor de declarar "intocable" el régimen.

Hecho el "recuento" de firmas se anunció que ocho millones habían apoyado el documento, suscrito en primer lugar por el propio Castro. Contundente respuesta a las once mil firmas que logró el llamado Proyecto Varela.

Aunque nunca ha sido publicado, este proyecto pretende abrir paso a formas más democráticas de convivencia en Cuba. Pese a la desproporción evidente en el número de suscriptores, debe reconocerse que se requiere mucho valor el poner su nombre y número de cédula de identidad en un régimen donde no hay espacios de libertad. Y, al revés, fueron numerosas las denuncias recogidas por la prensa internacional en el sentido de que hubo ciudadanos que suscribieron el documento a favor de Fidel Castro para evitar represalias.

Fidel Castro quiere asegurarse que una parte del mundo -Cuba- sigue anclada en la izquierda. Pero parece que está solo. Aunque tenga ocho millones de firmas que dicen apoyarlo.

Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 22 de junio de 2002