Un general muy diplomático

Del presidente electo norteamericano, George W. Bush, o Bush Jr. como lo están llamando muchos, se esperaba poco al empezar la campaña electoral. Se dijo entonces que no era el más brillante de la familia y que a los 30 había tenido problemas con el alcohol. Lo peor ocurrió cuando un periodista de TV le hizo en cámara algunas preguntas básicas de política internacional y no fue capaz de acertar una.

Como suele ocurrir, pronto se vio que era un error creer que los únicos méritos del candidato eran la fama y la fortuna de la familia. Bush Jr. probó, con una brillante campaña electoral, que tiene personalidad propia, capaz de proyectar una imagen cálida y conciliadora.

En su primera visita a la Casa Blanca, pese a la guerrilla de dimes y diretes que sostuvo con Bill Clinton, dijo sentirse ''humilde'' y ''muy honrado''. Y en la conformación de su primer equipo de gobierno, ha desplegado una notable habilidad. Partió nominando a dos negros (Colin Powell y Condoleeza Rice) como secretario de Estado y asesora de Seguridad Nacional, respectivamente. También incluyó hispanos y más mujeres (aparte de Condoleeza Rice) en su círculo de mayor confianza.

Igual, para los desconfiados, el nombramiento del general retirado Colin Powell como jefe de la diplomacia norteamericana es la confirmación de la peor pesadilla. Según esta visión, el nuevo gobierno nos llevará de nuevo a los duros tiempos de confrontación de la Guerra Fría. Un militar en el Departamento de Estado es como el clásico elefante en la cristalería. Como si reapareciera, en el siglo XXI, el fantasma de Klausewitz, quien creía que la guerra era ''la continuación de la diplomacia por otros medios...''. Se recuerda que Powell es el creador de la doctrina que lleva su nombre, base estratégica de la fulminante Guerra del Golfo. Otros nombramientos de Bush sólo habrían confirmado esta agresiva postura.

Todo indica, sin embargo, que en esta materia no hay que apresurarse. Clinton -como bien saben los habitantes de Belgrado- no fue para ellos una paloma de paz. Nos guste o no, es un hecho que nadie, en el cargo de presidente de Estados Unidos, ha renunciado nunca al uso de la fuerza. Pero, como lo demostró el propio Clinton, también un presidente puede, a veces, tender puentes de reconciliación, como lo hizo personalmente en Vietnam y, por medio de Madelaine Albright, en Corea del Norte.

Una vez más se demuestra que toda simplificación es peligrosa. Y en definitiva habrá que esperar cómo se desarrollan los hechos.

Pero, con respecto de Powell hay buenas razones para ser optimistas. Está en primer lugar su espíritu amistoso, del cual podemos dar fe quienes lo conocimos en su única visita a Chile, hace menos de diez años, casi después de su descollante actuación en el Golfo. Exponente típico del ''sueño americano'' (es hijo de un modesto inmigrante jamaiquino) ha reafirmado una y otra vez su profunda fe democrática. El día en que se anunció su nombramiento, sintetizó su postura en una frase: ''El fascismo y el comunismo han fracasado; si quieres triunfar en el siglo XXI, debes encontrar tu camino a la democracia''.

Ojalá así sea.

Publicado en El Sur, el 23 de Diciembre de 2000