Inteligencia Artificial

Columna Tecnológica por José Miguel Santibáñez

En las últimas semanas, he estado preparando un curso que deberé dictar durante el próximo semestre, de uno de esos ramos desafiantes: Inteligencia Artificial.

Es uno de esos temas que me gustan, aunque lamentablemente rara vez puedo aplicarlo en mi vida profesional.

En general, se define Inteligencia Artificial, como cualquier desarrollo computacional que intente reproducir procesos de inteligencia humana, aunque más coloquialmente, se define como la ciencia de construir máquinas para que hagan cosas que, si las hicieran los humanos, requerirían de inteligencia.

Lo que no me gustó de la última definición, es que parte relevante queda sujeta a otra definición: Inteligencia (esta vez en seres humanos). Por supuesto, se podría recurrir a la RAE u otras autoridades, de allí se obtendrán definiciones tales como “Capacidad de entender o comprender”; “capacidad de resolver problemas”, “habilidad, destreza y experiencia”, por nombrar sólo algunas. Sin embargo, si yo fuera el alumno tomando el ramo, esos términos no me dejarían conforme… seguiría preguntando “¿qué es comprender?” “¿qué tipos de problemas hay que poder resolver?” (no está demás recordar que desde hace mucho tiempo, los computadores son grandes calculadores, que si son adecuadamente programados, son capaces de resolver complejas ecuaciones matemáticas que pocos humanos serían capaces de resolver por si mismos…

Después de varias conversaciones y discusiones al respecto, (con varios de mis e-conocidos, a los que nunca he visto en persona, pero con quienes discuto constantemente en la red) la conclusión es que la verdadera inteligencia artificial ocurre, cuando el computador es capaz de proponer una solución y luego darse cuenta de que fue una verdadera estupidez. Y eso nos lleva de vuelta a los humanos.

Alan Turing, hace aproximadamente medio siglo, propuso un test para determinar si se lograba o no construir una inteligencia artificial: se necesitaban dos habitaciones, en una la máquina candidata a “inteligente” y en la otra un ser humano. Un segundo ser humano, hace preguntas desde afuera (un poco al estilo de los concursos de parejas) sin saber previamente en que habitación está la máquina y en cual está el ser humano. Si al final de la ronda de preguntas, sigue sin ser capaz de diferenciarlos, entonces la máquina superó la prueba.

Lo interesante del problema, es que en ninguna parte se define que el ser humano deba actuar inteligentemente. Por el contrario, no es raro que cometamos errores, y algunos de ellos hasta premeditados y alevosos. Uno esperaría que un ser inteligente tienda a evitar cometer errores, pero como dice la canción, el ser humano es especialista en tropezar dos (o más) veces con la misma piedra…

En todo caso, y para concluir, algunos ejemplos de actividades donde se puede aplicar la inteligencia artificial: problemas complejos de asignación de recursos (el clásico es la asignación de horarios de clases en colegios o universidades); problemas de encontrar caminos o ruta óptima (por ejemplo, determinar como viajar en el transantiago de un punto a otro, sobre todo si son lugares poco conocidos) tratamiento de lenguajes naturales (como comunicarse fluidamente); sistemas de navegación y autotraslación (normalmente lo que conocemos como robótica); problemas de percepción: visión, audición y habla (nótar que “ver” se entiende como el proceso de identificar una imagen, no sólo obtenerla en una cámara digital; similar es el problema de la audición); reconocimiento de patrones (las llamadas redes neurales que intentan emular los procesos del cerebro) o los sistemas capaces de incorporar la experiencia de otros y proponer soluciones como expertos…

Aunque viendo las soluciones que muchos expertos han propuesto en el último tiempo, no sabría que esperar de una pobre e inocente inteligencia artificial...

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