Riesgos virtuales, la historia de Megan Meier

Columna Tecnológica por José Miguel Santibáñez

Cuando uno vive de la tecnología, como es mi caso, tiende a minimizar sus problemas. Es evidente, hacerlos presente podría afectar al negocio. Pero ignorarlos puede ser aún más grave, y el suicidio de Megan no puede pasar inadvertido.

Partamos por los hechos: En O'Fallon, Missouri, octubre de 2006: Megan Meier, adolescente de frenillos y problemas de autoestima (13 años), con su página en MySpace, una de las más importantes compañías que proveen “redes sociales” (otras son FaceBook o NetLog), es decir espacios virtuales para conocer y hacerse conocido, algo que -según entiendo partió con los sistemas de mensajería en línea y los blogs, pero que hoy han evolucionado hasta tener clientela propia; es decir, miles de personas en el mundo, hacen contactos y ciberamigos.

Pero volvamos con Megan, ella acostumbraba a conectarse a MySpace, interactuar con personas de su edad, posiblemente muchos compañeros y amigos... Pero su vida tuvo un vuelco cuando “Josh Evans”, un adolescente de pocos años más que ella (16) la invitaba a unirse a su grupo de amigos... Megan se emocionó, estaba tan feliz de que un jovén “so cute and so hot” la considerara como posible amiga, que ni siquiera dudó cuando su madre le preguntó si lo conocía... Y empezaron a mantener una relación virtual... Conversaron, pelaron a los conocidos, él le contó sus historias (que instrumentos tocaba, la separación de sus padres) y salvo por el detalle de que su relación siempre fue virtual (sin siquiera números telefónicos, aunque Josh contaba una historia "plausible") todo parecía bien, ella había encontrado a un muchacho que la encontraba bonita... Y se acercaba su cumpleaños.

Pero eso cambió abruptamente, cuando ella recibió un duro mensaje de Josh: “No se si podemos seguir siendo amigos, pues me dicen que no eres buena con tus amigos”. Megan no lo podía creer, simplemente se le desarmó la vida... Por si fuera poco, Josh empezó a publicar mensajes hirientes (dirigidos a la comunidad) y eso generó varios mensajes crueles contra Megan.. Aparentemente, aún sin entender muy bien lo que había pasado inicialmente, ella intentó defenderse, explicar que ella no era lo que Josh contaba... Pero su madre la obligó a desconectarse... 20 minutos después, la encontraron muerta en su habitación, colgando de un cinturón. Se había suicidado.

Un poco de investigación en MySpace, reveló el último mensaje que Megan leyó de Josh: “Everybody in O'Fallon knows how you are. You are a bad person and everybody hates you. Have a shitty rest of your life. The world would be a better place without you.” ("Todos en O'Fallon te conocen. Eres una mala persona y todos te odian. Ten una cagada de vida. El mundo sería un lugar mejor sin ti")

Lo trágico de la historia, es que “Josh Evans” nunca existió. Los padres de una amiga de Megan, que tenían dudas respecto de lo que decían de su hija, decidieron inventar a Josh Evans, ganarse la confianza de Megan y sonsacarle lo que opinaba de su hija... Según ellos, otros también habrían tenido acceso a la clave para hacerse pasar por “Josh Evans”, y decidieron “jugarle una broma cruel” a Megan... Y lo terrible, es que los inventores a “Josh Evans”, no sienten remordimientos (¿creerán que se habría suicidado de todas maneras?)...

Por su parte, MySpace alega que ellos tienen un reglamento que todo usuario declara conocer y aceptar, y eso incluye el que los usuarios deben tener más de 14 años. Y claramente Megan no los tenía... Pero eso no quita que gran cantidad de menores de 14 años tengan sus páginas  en MySpace.

La historia de Megan se podría haber perdido junto a muchas otras de adolescentes que sufren al ver que Internet no es la tierra amable que les gustaría. Lo que la hace diferente, es la comprobación de que los mensajes que la llevan a suicidarse, vienen de personas haciéndose pasar por adolescentes...

Y aunque se presume que debe existir una cantidad importante de personas que en la red “asumen una segunda vida” (no pocas veces ha sido material de trabajo para los escritores de Saturday Nigth Live y otras comedias) es la primera vez que se comprueba una actitud tan descabellada... Y aún así, no hay cargos criminales contra los padres de la amiga de Megan...

La otra razón de que la historia haya repercutido, está en la reacción de los cibernautas. Aunque el nombre de los inventores de Josh Evans se había mantenido en secreto, principalmente para no hacerle la vida imposible a la hija, la amiga de Megan; los cibernautas se las han arreglado para identificarlos. Desde videos de CNN hasta investigaciones propias, les han llevado a saber quienes son e incluso a amenazarlos electrónicamente.

Pero más allá de la trágica historia, está la pregunta respecto de cómo se está educando a los niños para enfrentar este tipo de situaciones. Y aunque no son del todo nuevas (gente haciéndose pasar por otros, los hay desde que se inventaron los teléfonos, telégrafos e incluso las cartas) el hecho es que la red tiene mejores herramientas para hacerse pasar por otros. Y las víctimas no son sólo las adolescentes con problemas de imagen personal.

En varias partes, hay una verdadera aprensión respecto de la información -supuestamente confiable que se puede encontrar en la red. Desde los partidos políticos en USA (no hay comprobación de que ocurra en Chile) hasta el Vaticano se han detectado intentos de hacer “lavados de imagen” en wikipedia. Muchos abiertamente, otros con identidades falsas.

En algunos colegios están prohibiendo su uso para actividades escolares. El mensaje es claro: No confíe en aquellas fuentes que no son confirmables. Si, permiten usarla como punto de partida, pero nunca como punto final... (y varios de mis alumnos de ingeniería hacen exactamente eso).

Al final, la pregunta sigue siendo la misma: el que está al otro lado de la red: ¿es quién dice ser? ¿tiene las intenciones que dice tener?

Megan murió sin saber que Josh no existía. Y en distintas partes del mundo, muchos cibernautas se dedican a lavar (o ensuciar) la imagen de algunas instituciones... Para tener presente la próxima vez que se necesite información de la red o dejar que un menor navegue libremente...

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