Síndrome de Abstinencia...

Columna Tecnológica por José Miguel Santibáñez

Cada dos minutos, siento esa irresistible tentación de activar el navegador y revisar mi correo... O activar los programas de las news o de chat... Gracias a algún técnico de telefónica (probablemente un subcontratista, subcontratado, subentrenado y sub-supervisado) me han cambiado de número telefónico, y me han quitado mi vital acceso a internet.

Me siento una isla, separado del gran mundo... Probablemente, en unos minutos más, iré a un ciber-café, accederé a internet, haré una muy rápida revisión de correos y levantaré estas páginas (seguiremos el lema del cartero, y distribuiremos nuestros correos de aviso a la comunidad)... O tal vez use una de las antiguas conexiones telefónicas vía MODEM (aunque no me parece justo que le facturen eso al inocente que ahora está recibiendo las llamadas que a mi me hacen; y ruego a Dios que sea un inocente y no haya llamado al mundo, que no haya participado en concursos telefónicos u otras cosas peores).

Pero no es lo mismo... Me he acostumbrado a poder dejar mi equipo conectado, a revisar el correo en cuanto lo estimo conveniente. En comunicarme con mis ciberconocidos (aquellos a los que sólo les conozco el nombre con "@") a cualquier hora...

Acá en la casa, la situación es parecida, a cada rato aparece la idea de "enviar un email" o "revisar una página". Y luego la frustración de no poder hacerlo... Esta abstinencia forzada, pone en evidencia lo mucho que nos hemos habituado a usar Internet...

Recuerdo cuando hace 15 o 20 años apenas podía enviar mensajes a través de las viejas BBS (y sólo a los pocos conocidos que usaban las mismas BBS) y en mi casa me miraban como bicho raro. Mi viejo computador (posteriormente birlado por delincuentes que afortunadamente no se hicieron habituales en mi hogar) se conectaba por pocos minutos (¡era caro!) transfería algunos pocos archivos y el resto del tiempo se usaba en labores locales. Hoy, en casa hay más computadores, están conectados a una red local y de ahí a Internet (bueno, cuando hay conexión a Internet) y el chiste local es, que en vez de decir las cosas de una habitación a otra, es más fácil mandar un email... (o era). Vaya droga de rápida acción adictiva que es Internet...

Ahora estamos desconectados. No se puede revisar el trabajo de los alumnos en Internet, no puedo subir los archivos del proyecto que esperaba me pagaran esta semana... Ni siquiera tengo acceso a ver los servicios en línea, como carteleras de cines, las páginas de noticias y de medios noticiosos, los comics on-line o el diccionario de la RAE. Tampoco hay acceso a ninguna de las "ventanillas electrónicas" que el Estado y muchos privados han proporcionado para "simplificarnos" la vida. ¿cómo puede vivir alguien SIN Internet?

Durante la semana, leía la historia de un cartero (aparentemente perturbado, sin acceso a Internet ya no puedo revisar y recordar la noticia) que lanzó sus cartas a una quebrada. También alcancé a hojear otra historia de unos carteros que pensaban en quemar las cartas... Recordé el efecto que tenía el recibir una carta "de verdad" (no tan sólo cuentas y ofertas de créditos preaprobados) y alcancé a preguntarme cómo sería no poder recibir e-mail... Y la realidad superó mis peores pesadillas.

En fin, estar frente al computador, me eleva la sensación de privación. Espero que me reconecten luego al mundo. Sólo me queda un pensamiento leído como pie de firma en un correo: "Cuando estamos desconetados, ¿seguimos siendo los mismos?"

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