Accidente en El Triciclo

Por lo que se sabe, fuera de su desahogo público y la renuncia de uno de ellos, los integrantes de “El Triciclo” no tuvieron más reacciones, perdiendo así una magnífica oportunidad de poner a prueba la flamante Ley de Prensa. En efecto, en el artículo octavo, la nueva legislación dice a la letra: “El medio de comunicación social que difunda material informativo identificándolo como de autoría de un periodista o persona determinada, con su nombre, cara o voz, no podrá introducirle alteraciones substanciales sin el consentimiento de éste; será responsable de dichas alteraciones y, a petición del afectado, deberá efectuar la correspondiente aclaración. Este derecho del afectado caducará si no lo ejerce dentro de los seis días siguientes…

La disposición, que incluye también una salvaguardia ética, es versión final de la “cláusula de conciencia” que acompañó al proyecto desde sus ya lejanos comienzos.

En el caso de “El Triciclo” –es bueno recordarlo- lo que ocurrió fue que las conversaciones con el comentarista Italo Passalacqua y otra invitada fueron editados antes de la emisión del programa. Aunque no hubo explicaciones previas, en conversaciones posteriores la argumentación de las autoridades del canal se fundamentó en sus “orientaciones programáticas”. El propio rector de la Universidad Católica, doctor Pedro Pablo Rosso, ha sido explícito en este sentido. Por lo tanto, la discusión no debería centrarse en la línea editorial: desde sus inicios el periodismo ha reclamado el derecho de todo medio a tener y defender una línea editorial. Más aún, hay quienes creen (creemos) que esta línea responde a una necesidad del público, al cual le interesa conocer la orientación del medio que lee, escucha o ve. En la actualidad, conforme a los principios modernos de administración de empresa, parece recomendable que cada medio, sobre todo uno nuevo, deje constancia explícita de su política editorial. Pero, aunque no exista una declaración de principios o una definición de su “misión”, en la mayoría de los medios, especialmente los que tienen una historia más larga, este línea es fácilmente reconocible.

De este modo, aunque a muchos periodistas les pueda parecer una herejía desde el punto de vista gremial, resulta indefendible la pretensión de imponerle a un medio –diario, revista, radio o canal de TV- una orientación distinta de la que tiene. No deberían haberse sorprendido, en consecuencia, los tripulantes de “El Triciclo” porque sus entrevistados, al abordar temas sobre los cuales la Iglesia Católica no acepta debate, los hayan dejado expuestos a una drástica intervención. Pero las cosas –“¡Ay, dolor”, como decía el poeta- nunca son tan simples.

Al parecer, por lo menos así ha trascendido, los nombres conflictivos fueron consultados con autoridades de Canal 13 antes de ser llevados al programa. Por lo tanto, conociendo el tono de las declaraciones más recientes de Italo Passalacqua, quien ha decidido romper lanzas reconociendo públicamente su homosexualidad, nadie debió sorprenderse. El programa en cuestión es, por definición, un programa de conversación nada inocente. Menos, por cierto, si se elige como escenario un lugar legendario como el Valdivia.

Como fuere, lo que no debió ocurrir nunca y es lo que trata de impedir la Ley de Prensa, es el brutal tijereteo del material grabado, sin respeto por entrevistados ni entrevistadores. La línea editorial del canal, como todo planteamiento ético, se basa, en el respeto a las personas. Eso fue, justamente lo que no se tuvo en cuenta.

Publicado en el diario El Sur de Concepción el 25 de agosto de 2001