Faraón de lujo

Mario Orellana, Premio Nacional de Historia (1994) es tajante en su juicio: “Fue un faraón sin importancia dentro de la historia egipcia”. Pero Tutankamón se convirtió en leyenda desde el momento en que se descubrió su tumba. “Este ha sido, tal vez, el día más extraordinario en toda la historia de las excavaciones en Egipto”, proclamó en febrero de 1923, el enviado del Times de Londres, quien obtuvo los derechos exclusivo para informar del evento.

Treinta y tres siglos después de su muerte (alrededor de 1352 antes de Cristo), Tutankamón ha vuelto a hacer noticia. En el Valle de los Reyes, en Egipto, su momia, a rostro descubierto, está visible ahora en una caja de plexiglás climatizada. Y en Londres, hasta agosto del año próximo, una gran exposición con el rico material encontrado en su tumba estará abierta al público que pague una entrada equivalente a unos doce mil pesos chilenos. La fascinación es explicable pese a la relativamente escasa importancia de su ocupante debido a que la tumba estaba intacta cuando la encontró el arqueólogo Howard Carter. La expedición, financiada por Lord Carnavon, concentró entonces la atención de lo que hoy llamaríamos el jet-set, pero que en ese tiempo viajaba en trenes de lujo.

Los egipcios asistieron entonces, impotentes, a las disputas entre los expedicionarios británicos y los franceses a cargo de los tesoros arqueológicos. Y, claro, la muerte de Carnavon, al poco tiempo, reavivó la leyenda de que se había destapado una maldición.

Igual que el mítico “Garay” nuestro, que no cree en brujos “pero que de haberlos, los hay”, un descendiente de Lord Carnavon respondió en 1977 que “ni creía ni dudaba” de la leyenda. Pero aseguró que “no aceptaría ni un millón de libras esterlinas por entrar en la tumba de Tutankamón, en el Valle de los Reyes”.

Visitantes y turistas no han tenido temor a la leyenda de la “maldición” del faraón, aunque no pocos se preocupan por la exhibición de su momia: al fin y al cabo es un ser humano que merece respeto. Hasta ahora la tumba recibía 350 visitantes diarios en promedio, señaló Mustafá Wasery, director del sitio. “Con la momia, ahora esperamos que su número aumente”, dijo. No es para menos, el cadáver momificado resulta impresionante. No cabe duda de que se trata de un adolescente, que calza perfectamente con la reconstrucción de la imagen de su rostro que entregó el National Geographic hace un par de años. Aunque no hay certeza, se consolida la tesis de que Tutankamón habría muerto de una caída, mientras participaba en una cacería.. Sólo tenía 19 años.

Debido a que la tumba no había sido profanada, en ella se encontró todo el magnífico despliegue ceremonial (unas cinco mil joyas y objetos) con el cual fue enterrado Tutankamón. El recinto en que fue hallado el cadáver está conformado por cuatro cámaras de distintos tamaños, la más recóndita de las cuales guardaba el sarcófago compuesto por cuatro cajas de madera forradas en oro y tres ataúdes de oro. En su centro reposaba la momia propiamente tal, con una máscara también de oro, el objeto más conocido de todos, que cubría su rostro y hombros.

El escenario y su protagonista ya reciben a los visitantes. En 1923, cuando por primera vez se hizo visible el rostro de Tutankamón, sólo había allí un periodista: Arthur Merton, jefe de la oficina del Times en Egipto. Fue él quien describió por primera vez este “maravilloso espectáculo”.

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas el 15 de noviembre de 2007

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