El Presidente, el vicario y el arzobispo...

Hizo bien el Presidente Ricardo Lagos al recomendarle a sus colaboradores que no aflojaran. Su tranco es firme y sólido. Y, además, a pesar de sus 62 años, parece inagotable.

Lo demostró el 11 de marzo, cuando se terció la banda presidencial en Valparaíso, siguió por Concepción y culminó la jornada en Santiago. Lo probará de nuevo el 21 de mayo, cuando esté a la hora del sacrificio de Prat en la rada de Iquique y vuele luego de regreso al Congreso, en Valparaíso para cumplir con el mandato constitucional de rendir cuenta de la marcha del país.

El lunes 1º de Mayo, antes de viajar a Chuquicamata, estuvo en dos hospitales y frente a la Estación Central, en Santiago, hizo una larga escala en el viaje al aeropuerto para rendir homenaje a la Vicaría de los Trabajadores y al sindicalista Manuel Bustos.

Los medios de comunicación, en forma unánime, recogieron lo que calificaron -con razón- como “emotiva” ceremonia. Pero entre los dimes y diretes que se cruzaron el presidente de la CUT y el Jefe del Estado, a los periodistas se les quedó en el fondo del computador lo que dijo Lagos en la Vicaría y la cálida respuesta, no solo del homenajeado, el vicario Alfonso Baeza, sino de su jefe, el arzobispo de Santiago.

Pocas veces se ha dado en público, en los últimos años, un diálogo tan significativo entre la autoridad civil y la autoridad religiosa.

¿Qué dijo el Presidente?

Entre otras cosas afirmó:

“Manuel Bustos y la Vicaría de los Trabajadores son historias que se encuentran y se entrelazan profundamente. Están unidas. Es difícil entender la figura de Bustos sin la existencia de lo que se hizo aquí, en esta casa. Aquí, la pluralidad de los dirigentes sindicales de los más diversos orígenes políticos, ideológicos y religiosos pudieron ponerse de acuerdo, actuar con fuerza, con disciplina, saber reconocer los nuevos tiempos y aceptar los sacrificios, las esperas que imponía el inicio de nuestro tránsito a la democracia, tan complejo y tan difícil”.

Más adelante, el Presidente destacó tres aspectos que, dijo, le parecen importantes y que lo motivaron a hacerse presente allí para agradecer “el servicio fecundo y gratuito de esta Vicaría y de la Iglesia”.

La Vicaría de los Trabajadores, dijo el Presidente, fue siempre “un espacio abierto, plural y respetuoso de las diferencias”. Fue “una verdadera escuela de ciudadanía... Esta Vicaría no sólo fue la voz de los sin voz, sino que ha ido más allá y ha ayudado a que los trabajadores tengan su propia voz...”

En tercer lugar, subrayó, “esta Vicaría ha sabido permanente conjugar el trabajo paciente y fiel en lo pequeño con la tarea simultánea de tejer redes y abrir horizontes en lo grande”.

Para el Presidente, este aspecto es “tal vez donde mejor entronca con lo que significó Manuel Bustos... porque Manuel -qué duda cabe- fue un líder de los trabajadores, fue un hombre que encarnó la esperanza del movimiento sindical, pero junto a ello tuvo la capacidad de mirar más allá de los intereses de los trabajadores, entendiendo que llega un momento en que los intereses de los trabajadores se confunden con los intereses de Chile, del país en su conjunto.”

Esa mañana gris, amenazante de lluvia que tanto recelo provoca en los santiaguinos, en un pequeño patio interior de la vieja casona donde está la Vicaría de los Trabajadores y la parroquia del Sagrado Corazón, se escucharon otras voces. El homenajeado principal, monseñor Alfonso Baeza logró convertir la solemnidad del acto en un recuerdo más distendido, incluso con bromas acerca de la incormprensión que rodeó a Manuel Bustos cuando fue atacado, en otro Primero de Mayo, por sus propios compañeros trabajadores, que les tiraron huevos y tomates.

Al final, cuando cerró el acto, el arzobispo Francisco Javier Errázuriz, en un tono muy íntimo y coloquial, agradeció al Presidente y lo felicitó por este reconocimiento al trabajo sin exclusiones que se hizo en la Vicaría.

Después de lo cual, a tranco rápido, el Presidente partió a una nueva cita, esta vez en el extremo norte del país. Allí lo esperaban otro contexto, otro escenario y otros desafíos.

(5 de Mayo de 2000)