Los caballeros no se dejan sorprenderCon un cinismo que ahora paradojalmente se podría calificar de ingenuo, Oscar Wilde aseguraba que ''la gente no es mala ni buena; es agradable o fastidiosa, nada más''. En una interpretación muy libre, esto podría entenderse como una invitación a parecer más que a ser. La idea es que un caballero puede no tener con qué pagar sus cuentas, pero nunca debe rebajar su tren de vida y exhibir en público sus debilidades. Con esta filosofía, uno puede aceptar que un caballero robe, pero nunca que lo sorprendan. Su vida íntima -como pasó con John Kennedy- no tiene por qué trascender, mientras no haya escándalo público... Si en algo ha avanzado la humanidad en las últimas décadas, es que hoy no se acepta el doble estándar de que los personajes públicos pueden cometer pecados privados. Como sabemos bien, entre Kennedy y Bill Clinton, se terminó la complicidad del periodismo y es difícil que un ocupante de la Casa Blanca o un candidato a ella se descuide en materia de vida sexual o permita que haya áreas oscuras en sus negocios. Y este es un tema que -gracias a la globalización de las comunicaciones- parece dar la vuelta al mundo. Hay países donde todavía un gobernante puede meter las manos en el tesoro público. Pero, a la larga, no podrá rehuir el juicio público. Le pasó recién a Joseph Estrada, un popular actor de cine que hace dos años y medio ganó las elecciones en Filipinas y ahora tuvo que dejar el poder por la presión de la opinión pública. Tampoco puede un gobernante llegar al poder mediante la fuerza y esperar que su pueblo lo apoye resignadamente. Menos si, como fue el caso de Laurent Kabila, tenía el compromiso de negociar el término de una cruenta guerra civil. Con menos suerte que Estrada, Kabila perdió el poder y la vida. Un caballero también debe tener cuidado con sus asesores. Especialmente si está en una lucha por perpetuarse ''democráticamente'' en el poder, como pretendía Alberto Fujimori. El apoyo de Vladimiro Montesinos era fundamental para su supervivencia política. Pero Montesinos fue también su perdición. Y la perdición de ambos fueron 766 videos, documentos implacables, simples de operar, fáciles de esconder, pero que pueden morder la mano que los alimenta. Lo mismo le ocurrió, en la prehistoria de las tecnologías digitales, a Richard Nixon, cuando decidió grabar el audio de todo lo que ocurría en su oficina, en la Casa Blanca. En medio de la crisis de Watergate quiso borrar una parte comprometedora de un cinta y de ahí en adelante su historia política fue una larga caída cuesta abajo. En definitiva, ¿qué hace y qué no hace un caballero cuando está en el poder? Cuida las apariencias. Pero más todavía la integridad de su vida personal, familiar y sus amistades. No roba ni deja robar. Tiene una vida matrimonial tranquila, sin estridencias. No ventila en público sus problemas. Y, muy especialmente, no se deja sorprender... Sabe que vivimos en la más moderna sociedad de la información, pero está consciente de que siempre es válido aquello de que la mujer del César debe ser honesta y parecerlo. Y que lo mismo se aplica, desde luego, al propio César. Publicado en El Sur de Concepción, el 27 de Enero de 2001 |