Bush en tierra de nadie
Los gruesos errores de George W. Bush en Sydney el viernes (confundió la OPEP con la APEC y Austria con Australia), no son novedad. Y aunque puedan ofender a los más sensibles, sus verdaderos problemas están en casa. Y se originan en Medio oriente. Su fugaz viaje a Irak, a comienzos de septiembre, fue una obra maestra del secreto-. Los periodistas, relató Michael Duffy, de Time, fueron convocados a un café en el centro de la ciudad de Washington donde se les informó de que viajarían a Irak en el avión presidencial. No podían contarle nada a nadie, salvo su familia y sus jefes. El domingo 2 de septiembre, al anochecer, se embarcaron dentro de un hangar en la base militar Andrews y ya estaba oscuro cuando se abrieron las puertas de la instalación y el avión emprendió su vuelo de doce horas hacia otra base militar norteamericana en Irak. Allí Bush estuvo de visita por seis horas en total. El secreto y las medidas de seguridad revelan la precariedad de la situación, pese al tiempo transcurrido desde que el mismo Bush proclamó que la guerra había terminado, en 2003. Con 160 mil soldados en Irak, la aspiración actual del general David H. Petrues, comandante de las fuerzas norteamericanas en Irak, es volver al nivel de comienzos de año (130 mil soldados) en los próximos meses. Esta semana, cuando se presente ante el Congreso, tratará de eludir un pronunciamiento acerca de la fecha en que se podrían retirar todas las tropas. Es, sin embargo, lo que pide un creciente número de parlamentarios norteamericanos, que representan por cierto el creciente rechazo de sus compatriotas a esta desastrosa aventura bélica. No son los únicos en repudiar la guerra. En los últimos días se conoció una amplia encuesta pedida por la BBC de Londres a la empresa especializada Globescan. Se realizó en 22 países, incluyendo Chile, en 19 de ellos, la mayoría opina que las tropas deben retirarse Irak ahora mismo o, a más tardar, en un año. Conforme un análisis de The New York Times, una razón adicional para apresurar el retiro de tropas, favorecido incluso en el alto mando militar, es la necesidad de prepararse para otras emergencias que pudieran surgir. El compromiso en Irak podría afectar un despliegue bélico frente a Irán, por ejemplo. Al mismo tiempo, los estrategos norteamericanos insisten en presionar al régimen iraquí para que dé pasos concretos hacia la reconciliación nacional. Esta última tarea es, quizás, la más difícil de todas. Hasta ahora, todo indica que la facción shiita que está en el poder con el Primer Ministro Nuuri Al-Maliki, cree que su misión es recuperarse de la larga dominación de los sunitas. Sadam Husein era solo el último en una larga serie. A menos, claro, que Bush tenga otra idea.
7 de septiembre de 2007 |