Candidata persistente
No es la primera vez en esta dura campaña que Hillary Clinton pasa de la angustia a la esperanza para retornar a la incertidumbre. En la semana antepasada había recibido tan duros golpes que parecía destinada a una dolorosa retirada de la carrera por la candidatura presidencial de Estados Unidos. Pero este martes, su triunfo en West Virginia le dio la oportunidad de reafirmar su voluntad de continuar en la lucha. Al día siguiente, sin embargo, el ex candidato John Edwards le quitó el poco piso que le quedaba al darle su apoyo a Barack Obama. El panorama se ha hecho cada vez más complejo. Los votantes demócratas están muy tensionados, divididos entre dos candidatos con grandes méritos, pero que han dedicado la mayor parte del período de primarias a destruir las posibilidades del otro. Ya se sabe que su principal fortaleza no está en las frases para el bronce, pero el ex Presidente Bill Clinton resumió adecuadamente la situación: Esta elección es demasiado grande como para andar con pequeñeces, dijo hace unos días. La batalla interna para los comicios de noviembre próximo, en la que los demócratas partieron con la mejor posibilidad de triunfo, se ha convertido en un desastre. En los últimos días la precandidatura de Hillary Clinton quedó pendiendo de un hilo, pese a su buen comienzo. Barack Obama cree tener el triunfo asegurado, pero el costo ha sido muy alto. La gran lección de las pequeñeces denunciadas por Bill Clinton es que ambos precandidatos, en vez de potenciarse, se desgastaron sin misericordia. El viernes 9 de mayo, The New York Times calificó a Obama como el inevitable nominado. Al regresar a la capital norteamericana tras su demostración de fuerzas en las primarias del martes anterior (triunfó en Carolina del Norte y sufrió una estrecha derrota en Indiana), Obama fue recibido con abrazos de sus partidarios. También lo felicitan algunos partidarios de Hillary Clinton y no pocos republicanos. La conclusión, señalaron casi unánimemente los comentaristas es que ya se sabe quien será el candidato demócrata. Pero Hillary no está dispuesta a abandonar la competencia. Sigue creyendo que todavía puede ganar la candidatura lo que, técnicamente, es verdad. Pero su principal argumento es que ella tiene mejores posibilidades ante el electorado nacional. Es posible que tenga razón. Por algo su lema, frente a la proposición de cambio de Obama fue la insistencia en que tiene experiencia. En la lucha por la nominación demócrata, se han hecho visibles varios abismos, algunos más profundos que otros, que no sólo dividen a los militantes del partido opositor a Bush, sino a toda la sociedad norteamericana. La bandera de lucha contra la segregación, que les dio votos a los demócratas en los años 60 y 70, podría terminar jugando en su contra. Por más esfuerzos que ha hecho, Obama no ha logrado sacarse el sambenito de que un candidato negro y con un nombre musulmán es sinónimo de terrorismo. También los jóvenes del baby boom de los 60, que en los 80 eran poco convencionales, empiezan a hacerse más conservadores en todo sentido, incluyendo la política. Una mujer no representa necesariamente su ideal, pero es más aceptable que un joven senador de color. Mayo -junio a más tardar- es la fecha límite para una decisión. Cuando haya un solo candidato, finalmente los demócratas podrán disparar contra el adversario republicado.
A. S. |