Otros frentes en Colombia
La detención, en Santa Marta, el jueves pasado, del ex embajador colombiano en Chile, Salvador Arana, es una nueva muestra del esfuerzo del gobierno de ese país por cerrar todos los frentes. Según resumió la periodista Sonia Aparicio en el diario El Mundo de Madrid, Colombia es una nación secuestrada. Tres ejércitos ilegales, el negocio del narcotráfico y la delincuencia común hacen de esta república uno de los lugares más peligrosos del mundo. Lo más llamativo fue la arremetida contra las FARC, que en los dos últimos meses provocó incidentes internacionales y tensionó a la región. Ahora culminó con una forzada renovación de la cúpula de la guerrilla. Pero cada vez es más evidente que si el Presidente Álvaro Uribe quiere postularse a la reelección, debe dar pruebas de que no tolerará a los paramilitares. Como señala Sonia Aparicio, la de Colombia es una situación poco corriente: en una insólita alianza de facto, la extrema izquierda y la extrema derecha han coincidido con los narcotraficantes. La guerrilla alentó la organización de los paramilitares y ahora cada una se escuda en la existencia de la otra para no soltar las armas. Ya van catorce altos jefes paramilitares, buscados en Estados Unidos por el narcotráfico que han sido extraditados. Y seguirán otros. ¿Será la solución? No está claro del todo. Organizaciones de derechos humanos han planteado que las extradiciones, si bien aseguran las condenas y la prisión efectiva de los culpables, pueden impedir que las víctimas reciban las justas reparaciones que les corresponden. El gobierno colombiano, que en marzo dijo haber descubierto importante información en el computador de Raúl Reyes, ahora hace alarde de un nuevo triunfo tecnológico. Un computador requisado a un ex paramilitar (Rodrigo Tovar Pupo, alias 'Jorge 40') permitió llevar a los tribunales a lo que se llama la parapolítica: más de 60 congresistas elegidos en 2006, 32 de los cuales están presos, conforman este bloque. Seis ya han sido condenados. Otros 20 políticos renunciaron al Congreso para que sus casos sean asumidos por la Fiscalía. En este complejo escenario, el lugar privilegiado lo siguen ocupando las FARC. En marzo, en parte debido al ataque colombiano en la frontera con Ecuador y luego como consecuencia de problemas internos o de salud, se desarticuló el mando. Manuel Marulanda (Pedro Antonio Marín), el guerrillero más viejo del mundo según se decía, murió de un ataque cardíaco. Iván Ríos, uno de los siete miembros de la cúpula, fue asesinado por miembros de su guardia personal, hecho que se sumó a la muerte en Ecuador del número dos de esa guerrilla, Raúl Reyes. En la coyuntura, los líderes desaparecidos fueron obligadamente reemplazados. Con la nueva cúpula, se hizo evidente un profundo cambio cultural. Después de 44 años de vida, las FARC ahora ya no son una organización de campesinos rebeldes, sino un grupo dirigido por intelectuales urbanos. Los nuevos jefes hicieron estudios universitarios en la propia Colombia, en Cuba o en la antigua Unión Soviética. Tienen buena formación, pero siguen anclados en el pasado. A pesar de las transformaciones cataclísmicas que ha vivido el mundo, todavía sueñan (o dicen que sueñan) con las utopías de la década prodigiosa, la de los 60. Alfonso Cano (Miguel León Sáenz), el reemplazante de Marulanda, reconoció en una entrevista el 2000 que entró a la lucha política al calor de Mayo del 68 y de Vietnam. Al parecer, los sucesores de Marulanda no han percibido todavía la magnitud del cambio. Tampoco, por lo que se ve, han captado el mensaje los paramilitares. La detención del ex embajador en Santiago es una buena muestra. Sólo queda por preguntarse que estará pensando Ingrid Betancourt de todo este juego político y estratégico. .
A. S.
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