Katrina: ¿es responsable el periodismo?
Katrina, el huracán, costó un número indeterminado de vidas; destruyó una ciudad, Nueva Orleans; ha puesto en duros aprietos al presidente George W. Bush y puede significar un costo que ya se estima en unos 200 mil millones de dólares. Pero también los periodistas han debido pagar un alto precio. Seguir trabajando en medio de la devastación no ha sido tarea fácil. Lo que los norteamericanos sabían desde el 11 de septiembre de 2001 -la inutilidad de los celulares en estos casos- se comprobó una vez más: interrumpido el flujo de energía eléctrica, muchas líneas siguieron abiertas gracias a los equipos de emergencia, pero cuando se les acabó el combustible, sus voces se acallaron. Con internet pasó lo mismo. Algunos medios impresos, como el legendario Times-Picayune, han recibido ayuda de sus colegas en la academia para enfrentar lo que consideran "la noticia más grande de todos los tiempos". Es lo que han hecho estudiantes y profesores de la Escuela de Periodismo Manship, de la Universidad de Luisiana. Pasará todavía mucho tiempo antes que el Estado y, sobre todo, la zona más afectada, vuelvan a la normalidad, pese a la promesa de Bush de crear una agencia especial, bautizada como Gulf Opportunity Zone para la reconstrucción. Lo anunció el jueves pasado, hablando desde la propia Nueva Orleans, "casi vacía, todavía parcialmente bajo el agua y esperando que vuelvan la vida y la esperanza". Así las cosas, lo sorprendente, a la hora del recuento, es que por lo menos un diario nacional norteamericano se esté preguntando acerca de su propia responsabilidad en lo ocurrido. Lo planteó hace un par de domingos en "The New York Times" su "public editor" (o "defensor de los lectores" en algunos diarios de habla castellana). El cargo se creó después del desastre interno que produjo la revelación de que un joven reportero estrella del diario, Jayson Blair, había abusado de la confianza de los editores y por años había inventado reportajes y entrevistas y descrito lugares a los cuales nunca había viajado, pese a que incluso cobraba los viáticos correspondientes. Ser defensor del lector no es tarea fácil. En Chile lo intentó el desaparecido diario La Epoca y, pese a que se le encargó la responsabilidad a Guillermo Blanco, quien más tarde recibió el Premio Nacional de Periodismo, no tuvo éxito: el cargo exige autonomía, incluso financiera, y que todo el mundo, literalmente de capitán a paje, estuviera dispuesto a aceptar su veredicto. Actualmente en The New York Times el public editor -también llamado ombudsman- es Byron Calame. Esta vez clavó los dardos en la forma como el diario informó del peligro que significa el descuido en el mantenimiento de los diques de protección de Nueva Orleans. En una búsqueda en los archivos de los últimos diez años encontró por lo menos una información relevante... escondida en medio de un largo reportaje. En el resto, nada, salvo atractivos relatos de turismo, sociedad y costumbres. Sin embargo, afirma, un medio que se proclama "como un diario nacional con grandes pretensiones" debería asumir "la responsabilidad de alertar a sus lectores acerca de problemas importantes de grandes ciudades como Nueva Orleans". Ya sabemos que ello no ocurrió, pero cabe preguntarse ¿hasta dónde llega la responsabilidad de un diario en un caso así? "Buena pregunta". En especial en nuestro país, cuando sabemos que hay temas tan relevantes como los rasmillones de Kenita Larraín...
Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en Septiembre de 2005 |