Plutarco, historiador y cronista romano, escribió, a comienzos de nuestra era, una serie de biografías que tituló “Vidas paralelas”, conforme a su original idea de presentar a un griego y un romano en parejas. Creía que "a veces una broma, una anécdota, un momento insignificante, nos pintan mejor a un hombre ilustre, que las mayores proezas o las batallas más sangrientas.".
Casi dos mil años después, dos chilenas se han ocupado en paralelo de una sola vida. Mónica Echeverría Yáñez (autora de “Krassnoff, arrastrado por su destino”) y Gisela Silva Encina (“Miguel Krassnoff, prisionero por servir a Chile”), escudriñan en la vida de un militar chileno hoy condenado por crímenes contra los derechos humanos.
Miguel Krassnoff Martchenko es un personaje singular. Aunque nació en Austria, su ancestro cosaco lo ha marcado para toda la vida. Ambas autoras coinciden en que es imposible comprender al personaje si no se conocen sus antecedentes familiares.
Escribe Mónica Echeverría: “La historia de los Krassnoff encierra tantos dramas y acumula tantos complejos resentimientos que la actitud posterior de este agente de la DINA parece más bien el producto de un destino: (ser el) el vengador de un pasado del que no podía zafarse”. Desde la vereda opuesta, Gisela Silva plantea que “la lucha y el trágico final de los familiares de este oficial de nuestro Ejército merece ser mejor conocida…. es parte de un capítulo muy oscuro de la historia contemporánea y a pesar de la investigación de dos o tres grandes historiadores, el tema sigue siendo tabú”.
El pasado de los cosacos está lleno de complejas aristas y oscuros vericuetos. Como etnia se caracterizaron por su declarada lealtad a la corona imperial. Producida la Revolución Rusa, siguieron luchado por el Zar, sufrieron los rigores del exilio y, durante la Segunda Guerra Mundial, no vacilaron en aliarse con las tropas de Hitler. A la derrota del nazismo, fueron objeto de sangrientas represalias. Esta suma de sufrimientos los marcó para siempre: anticomunistas y antisemitas confesos.
Aquí se encuentra una razón –compartida aunque no explicitada por ambas autoras- para explicar porqué el oficial Krassnoff Martchenko actuó como lo hizo durante la dictadura. Era difícil esperar otra cosa cuando todavía estábamos en plena Guerra Fría. No cabía imaginar que fuera a tener contemplaciones con el “enemigo”: la Unidad Popular.
Él ha negado tenazmente su responsabilidad en los crímenes de los que se le acusa.
Públicamente, el periodista y abogado Hermógenes Pérez de Arce sostuvo que “era un teniente analista mandado por el Ejército a la DINA. Tenía que interrogar a las personas, pero me ha dicho que nunca tocó a una persona”.
En un caso, por lo menos, el enfrentamiento en el cual murió Miguel Enríquez y quedó gravemente herida Carmen Castillo, hija de Mónica Echeverría, la responsabilidad de Krassnoff es categórica y así lo consignó el Informe Rettig.. Pero hay versiones encontradas acerca de cómo Carmen salvó la vida: Gisela Silva sostiene que Krassnoff la rescató. Mónica Echeverría afirma que no puede creerlo ya que la habría “tirado a la calle, desangrándose, como lo manifestaron décadas después varios testigos”.
No es el único episodio de esta naturaleza. Hay otros, recogidos con lujo de detalles en el libro de Echeverría y desmentidos o suavizados en el de Silva. Por ello es difícil tener una opinión objetiva. Muchos chilenos adhieren sin contrapeso a una u otra visión.
Personalmente me quedo con la condena de los tribunales de justicia.
A. S.
8 de agosto de 2008