Michelle, Rodrigo y nosotros.
Como era inevitable y la Presidenta Michelle Bachelet lo sabía bien- fue la carta del niño Rodrigo Valenzuela del Sexto A del Liceo Avenida Principal, Conchalí, en su brevedad, su tono esperanzado y, sobre todo, su despedida (alegremente), lo que marcó la reacción ante su primera cuenta ante el Congreso Nacional. El resto de los comentarios correspondió a lo previsible: la oposición se mostró inquieta porque hubo solo medidas concretas y no grandes líneas ni se habló de valores (al revés, claro, habría sido lo mismo); la Concertación, que tantas discusiones ha sufrido en los últimos días, se unió para expresar su satisfacción. Era que no, dicen que dijo en ocasión parecida el cazurro Presidente Ramón Barros Luco. Pero estos análisis instantáneos, tan parecidos a los que se hacen después de los partidos de fútbol o del tenis o del boxeo o de cualquier cosa que concite mucho interés y obligue a hablar, aunque sea para repetir lo mismo, pasaron por alto los grandes anuncios del mensaje y también algunos de menor importancia, pero que revelan, más allá de toda duda, una visión que no podremos soslayar en los próximos años. Dada la coyuntura, marcada sobre todo por los excedentes del cobre, las cuatro transformaciones que anunció la Presidenta Bachelet podrían lograrse en gran medida. En sus palabras:
Son metas ambiciosas. Son metas necesarias. Situada en el punto de partida, al rayar la cancha, la Presidenta ha sido clara. Lo dijo tras la leer la carta de Rodrigo Valenzuela:
En su inocencia, el pequeño Rodrigo nos dice algo que
jamás debemos olvidar: un Gobierno comprometido con su gente puede
hacer una diferencia enorme en la vida de las personas. Que así sea.
21 de Mayo de 2006 |