Identificando los amigos
Desde su fundación, la Organización de Naciones Unidas no logró cumplir plenamente el primer objetivo planteado en su Carta de mantener la paz y la seguridad internacionales. Pero sí ha sido un foro dónde se descargan tensiones, reemplazando los campos de batalla tradicionales. Aunque la Guerra Fría nunca derivó en un enfrentamiento armado entre las dos superpotencias, sobre el gran escenario situado a orillas del East River, en Nueva York, se vivieron algunas duras, pero incruentas confrontaciones verbales. Hasta este año, las más recordadas habían sido las de 1960, cuando Fidel Castro llegó desafiante e instaló en un hotelito de Harlem su cuartel general, y Nikita Jrushov, histriónico, se sacó un zapato y comenzó a golpear su pupitre. Nadie sabe cómo se va a recordar en el futuro esta temporada de 2006. El futuro del organismo, sometido ahora a tensiones muy diferentes de las que había en su nacimiento, en la década de los 40, está en duda. Pero siempre hay alguien dispuesto a exhibirse arriba del proscenio. El más hilarante, a juzgar por las risas que provocó entre los delegados, fue el Presidente venezolano Hugo Chávez. Un comentarista del viejo cuño habría dicho que se sacó los zapatos con su alusión al diablo, como calificó al Presidente George W. Bush. Pero también provocó incomodidad entre sus propios aliados: logro apagar la intervención del Jefe de Estado de Irán, que venía a ratificar en las narices del imperio su decisión de seguir adelante con la investigación atómica, y también opacó a otros aliados en nuestro continente, en especial al argentino Néstor Kirchner. Pero ya sabemos que fue en Chile donde el tiro salió por la culata. Siguiendo el estilo del Presidente Chávez, su representante en Santiago, el embajador Víctor Delgado, también atropelló el protocolo. Sin diplomacia, le pasó la cuenta al gobierno chileno por no haberse pronunciado hasta ahora respecto de la votación para el Consejo de Seguridad, que se realizará a mediados de octubre. Quiso meter una cuña en la coalición de gobierno, recordando a la Democracia Cristiana su oposición al régimen de Salvador Allende; aludió directamente al matrimonio formado por Gutenberg Martínez y la senadora y ex ministra Soledad Alvear y concluyó afirmando que todo esto le ha permitido a su gobierno conocer quiénes son nuestros verdaderos amigos. Fue el peor momento posible para la arremetida. Aunque en La Moneda no se había dado un pronunciamiento oficial, muchos analistas ya aseguraban que el voto chileno sería a favor de Venezuela y no de Guatemala. Pero esta vez la demora resultó ventajosa ya que, al revivir las querellas de un pasado no muy lejano, el representante de Hugo Chávez se expuso a que se recordaran todos los exabruptos de su jefe, incluyendo sus ganas de bañarse en las aguas del mar boliviano. La Cancillería chilena, como era lógico, protestó. También lo hizo buena parte de la clase política chilena. Pero es obvio que el incidente ya tuvo un buen fruto: nos permitió conocer a quienes son verdaderamente nuestros amigos. Y el actual régimen venezolano no está entre ellos.
22 de Septiembre de 2006 |