Pensamiento
palabra, obra y opinión
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Periodismo responsable en tiempos de Internet

Abraham Santibáñez
Presidente del Colegio de Periodistas
Profesor U. Diego Portales

Hace poco más de 60 años, en 1947, en medio de una ola innovadora producida luego del final de la II Guerra Mundial (cuando se abrió a los civiles el aprovechamiento los avances generados en el conflicto) y se retomaban otros productos como la televisión, la llamada Comisión Hutchins dio a conocer en Estados Unidos un informe titulado: “Una prensa libre y responsable”.

La Comisión había sido creada cinco años antes con financiamiento proporcionado por Henry Luce, el fundador de la revista Time, y se pidió a Robert M. Hutchins, “Canciller” de la Universidad de Chicago que la organizara y presidiera. Hutchins convocó a once miembros: profesores de derecho, filosofía, religión y economía. Ninguno era periodista.

La primera frase del informe es categórica:

La Comisión se estableció para responder la pregunta de si ‘La libertad de prensa está en peligro’. Nuestra respuesta es: ‘Si’”.

La razón, se explicaba, es que la prensa no ha “entregado un servicio adecuado a las necesidades de la sociedad”. La prensa, decían también los miembros de la Comisión, se ha involucrado en prácticas que la sociedad condena. Por lo tanto, si no son subsanadas, la sociedad podría tomar medidas para regular su funcionamiento.

Este diagnóstico, pese al tiempo transcurrido y a los profundos cambios que hemos vivido, sigue siendo esencialmente correcto. Por ello, creo pertinente terminar este recuerdo con los requerimientos que la Comisión hizo entonces al periodismo y a los medios:

  1. (Los medios) deben entregar un recuento veraz, amplio e inteligente de los acontecimientos diarios, en un contexto que les dé sentido.
  2. Deben servir de foro para el intercambio de críticas y comentarios.
  3. Deben proyectar un cuadro representativo de los grupos que conforman la sociedad.
  4. Deben presentar y clarificar los objetivos y valores de la sociedad.
  5. Deben proporcionar a todos los miembros de la sociedad pleno acceso al desarrollo actual del pensamiento y el conocimiento: corrientes de información, pensamiento y sentimiento.

Por décadas, estas ideas han sido un poderoso respaldo para quienes creemos en que el periodismo no se limita a trasvasijar información ni los periodistas son simples “cazanoticias”. La incorporación de nuevos medios no ha variado los conceptos fundamentales aquí expresados. Pero hay, como veremos, algunos efectos insoslayables, especialmente los que producen la instantaneidad de la información, la interacción y la posibilidad de que cualquier ciudadano del mundo ponga información on-line a la que se puede acceder también en todo el mundo.

Hemos cruzado el umbral de un mundo nuevo y sobre la base de lo que ya sabemos, entendemos que hay mucha más reflexión que hacer, en especial acerca de una realidad formidable que se ha instalado entre nosotros. La responsabilidad de enfrentarla, es principalmente del periodismo y los medios, pero también es cada vez más compartida, no sólo por las autoridades y quienes tienen las riendas del poder, sino por los ciudadanos de a pie como lo prueba el fantástico desarrollo de los blogs o páginas personales y las nuevas redes personales, como Facebook.

Sentido de los medios

La ley N° 19.733, conocida como Ley de Prensa y que oficialmente fue designada como Ley sobre libertades de opinión e información y ejercicio del periodismo, es la normativa legal básica respecto de la labor informativa en nuestro país. Significativamente, más que definir la función del periodismo, desde su primer artículo se concentra en lo que el legislador considera su preocupación central: “La libertad de emitir opinión y la de informar, sin censura previa, constituyen un derecho fundamental de todas las personas”.

En una perspectiva diferente, cual es asegurar un ejercicio responsable del periodismo, el Código de Ética del Colegio de Periodistas sostiene que “los periodistas están al servicio de la verdad, los principios democráticos y los derechos humanos. En su quehacer profesional, el periodista se regirá por el principio de la veracidad, entendida como una información responsable de los hechos. El ejercicio del periodismo no propiciará ni dará cabida a discriminaciones ideológicas, religiosas, de clase, raza, sexo, discapacidad, ni de ningún otro tipo, que lleven a la ofensa o menoscabo de personas naturales o jurídicas”.

En la presentación de este documento, el Colegio de Periodistas se refiere al papel que tienen los medios en “la formación de valores, creencias, hábitos, opinión y conductas de los distintos estamentos de la sociedad”.

Sobre esta afirmación parece haber poca discusión. Por lo menos en teoría y en los análisis académicos. No se niega, por ejemplo, que los medios de comunicación, a lo largo de toda la historia, han tenido un papel fundamental en la formación de las personas. Como dice la autora Margarita Antón Crespo1, “además de alterar la cultura y los modos de adquirirla, del buen empleo que hagamos de ellos dependen la difusión de los conocimientos y la elevación del nivel cultural del hombre”.

Hace poco, en la homilía del 18 de septiembre, el cardenal arzobispo de Santiago habló de la formación de valores en la infancia y en la juventud y enfatizó el papel de los medios. Dijo:

Son de gran influencia las aportaciones de los profesionales de la comunicación en la formación de los niños y de los jóvenes. Pero no faltan quienes, hay que reconocerlo, han convertido la libertad de expresión en un ídolo. Nada debe regularlo. Es un ser absoluto, que no reconoce nada superior a él. El tema es complejo. Existe una estrecha relación entre la libertad de expresión y la vigencia de la democracia. Sin que ello obste, el conocimiento que tenemos de la casi incontrarrestable influencia que tienen algunos medios de comunicación social, sobre todo los audiovisuales, en la formación de incontables niños, y de la eficacia que tienen en darle carta de ciudadanía a determinadas maneras de pensar y de actuar, que a veces refuerzan y a veces destruyen nuestros valores, ¿no se hace del todo necesario dar más calidad a la formación de los futuros comunicadores, que asumirán abnegadamente tantas jornadas de trabajo y de fatigas por prestarle un gran servicio al país, mediante la información, comunicación, entretención y socialización de proyectos y costumbres?

Esta preocupación se ha hecho más urgente que nunca, desde que en el siglo XX, nació y se instaló en silencio una gran revolución, probablemente la única que merece tal nombre en nuestro tiempo: la revolución de las comunicaciones.

El empleo en vasta escala de los medios de comunicación a distancia… ha determinado las condiciones propicias para el desarrollo de nuevas formas de acción y relación social, coincidiendo con la redefinición conceptual de las categorías tanto del espacio como del tiempo”, señalan los autores de un texto italiano2 al explicar por qué se habla de la “Sociedad de la Información”.

Los cambios y lo permanente

Una exhaustiva descripción de las nuevas posibilidades la hizo a comienzos de la década el autor Antonio Lucas Marín3: “En Internet se pueden desarrollar, cada vez más, una ingente cantidad de actividades que van desde el negocio (compra y venta) a la diversión; de la educación a la búsqueda de pornografía, desde la comunicación oral, visual o escrita con amigos a recibir publicidad; desde hacer un boletín y con las propias ideas y “colgarlo” a disposición de media humanidad a leer centenares de periódicos de todos el mundo; desde oír música a ver películas; se pueden buscar informaciones de millones de asuntos o pedir un mapa que te indique con precisión cómo ir a una dirección concreta en el otro extremo de la ciudad; comprar acciones en Bolsa o hacer donativos o entrar en una subasta…

Hay más, como comprobamos día a día. La CNN estrenó en las recientes elecciones norteamericanas un sistema de hologramas que permitió que aparecieran, en el mismo escenario, dos periodistas, uno en Nueva York y otra en Chicago. La Princesa Leia, de la Guerra de las Galaxias, finalmente se hace realidad en nuestras pantallas. Y habrá más.

Medios y participación democrática

El periodismo y los periodistas no son simples repetidores de verdades oficiales. Son parte fundamental de la subsistencia de una democracia moderna y ello implica libertad, iniciativa para investigar y capacidad crítica. También requiere, ineludiblemente, sentido de la responsabilidad.

Como ha escrito el profesor Louis Day en la obra colectiva “La Etica periodística en el nuevo milenio4, “más que cualquier otra filosofía, la democracia es la que mejor tiende al desarrollo de ciudadanos que actúan correctamente y contribuye al progreso humano”.

Y agrega luego, que “el libre flujo de información (es la) verdadera savia del proceso democrático”.

Aquí se imponen nuevas reflexiones. Hemos visto en Chile en los últimos años cómo el periodismo puede hacer grandes aportes al desarrollo democrático y ello debe llenarnos de orgullo. La investigación y la denuncia son parte permanente del servicio que presta nuestra profesión. Pero también es necesario recordar que el verdadero ejercicio de la libertad requiere de responsabilidad.

Durante un período muy largo de nuestra historia, gran parte del periodismo falló por su silencio, por hacerse cómplice de los excesos, especialmente en las violaciones de los derechos humanos. Hoy día nos podría ocurrir al revés: que fallamos por decir mucho y respaldar poco. El que las fuentes no den la cara se ha convertido en un vicio que al final termina por erosionar el mejor capital de un medio y de los profesionales que trabajan en él: la credibilidad. La confianza del público sigue siendo la base de toda reputación periodística sólida. Ello no ha cambiado en tiempos de Internet ni con el final de la dictadura. Por lo tanto, hay aquí una enseñanza que debemos reiterar todos los días a nuestros estudiantes: reportear, reportear, revisar, revisar.... Dudar de todo, en especial de las fuentes oficiales. Comprobarlo todo, en especial los voceros que juegan a ser francos y terminan por no decir nada.

Al principio fue la “pequeña aldea

En la organización social más elemental -a riesgo de simplificar en exceso teorías bastante más complejas- el proceso era directo. Como explica el profesor Joost A. M. Meerloo5, “la palabra ‘comunicación’ deriva de la palabra latina munia -servicio- y connota la ayuda mutua, el intercambio y la interacción de quienes pertenecen a la misma comunidad...

Desde siempre la sociedad, toda sociedad, necesita de este intercambio de información para enfrentar el futuro, hacer planes, reconocer lo positivo que hacen sus gobernantes y denunciar sus errores y debilidades. “Cada acción individual, anota Michael Kunczik6, se basa en significados que, al ser trasmitidos y comunicados, terminan siendo compartidos por toda la comunidad”.

Esta es, en definitiva, la metáfora de la democracia, incluso desde antes de institucionalizarse como tal. O de una afirmación que parece muy revolucionaria o moderna pero que igualmente tiene sus raíces en lo más profundo de la historia del hombre: la información es poder.

Solo en tiempos relativamente recientes, gracias a Gutenberg, se dispuso de una tecnología que permitió recuperar, aunque sólo en parte, la intercomunicación perdida. La imprenta hizo posible la reanudación del diálogo entre las personas, aunque de manera unidireccional y, por razones de costos apuntando a un públicos múltiples y anónimos.

Los “medios” de comunicación: primero la prensa, mucho más tarde la radio y la TV permitieron masificar la información. Marcaron profundamente el desarrollo de la sociedad, la difusión de las ideas y la consolidación de los ideales democráticos. Pero han tenido insuficiencias.

En este escenario, al que parecíamos irremediablemente condenados para siempre, se está manifestando ahora el gran cambio. Finalmente el desarrollo tecnológico le dio la razón a Marshall McLuhan y hoy día la “aldea global” ya es realidad.

El estudioso japonés Taichi Sakaiya7 sostiene que en la nueva sociedad el valor más preciado es el saber, un saber que incluye información y conocimiento. Superando las limitaciones territoriales, del espacio y del tiempo, los nuevos medios permiten intercambiar información a una gran velocidad y acceder a una comunicación interpersonal en tiempo real.

Como asegura el profesor chileno Jaime Sánchez8, el resultado más evidente es que hay nuevos desafíos:

Esta era marca el inicio de una nueva cultura, con nuevos valores, nuevos requerimientos de capacidad y destrezas, nuevas instituciones, inéditas carreras y profesionales, así como un nuevo sistema educacional...

La nueva brecha

Hoy estamos en presencia de un fenómeno complejo, que prácticamente abarca todos los aspectos de la vida. Tan complejo es que la mayor alarma, para muchos pensadores, ya no es el tema de la pobreza, medida en el ingreso per capita, sino en ese abismo que separa hoy a los que están conectados de quienes no lo están. O, como ha dicho Manuel Castells, “entre interactuados e interactuantes

Esto significa, escribió, que la nueva divisoria separará “a quienes utilicen la red de una manera pasiva, limitándose a consumir y bajar lo que los grandes portales le entreguen y entre quienes utilicen la web de una manera activa, generando negocios y actividades (en su) interior... Dicho de una manera más simple, la red se dividió entre “lectores” y “productores” de contenidos9.

Más que como situación local, chilena, debemos mirar este fenómeno en su dimensión mundial. Las nuevas grandes potencias empiezan a ser aquellas en las cuales las personas interactúan y son capaces de influir de manera decisiva. La elección de Barack Obama es un ejemplo que ya conocemos, pero que debemos profundizar.

Nadie sabe con exactitud cuantas personas, en todo el mundo, están conectadas a la red de redes, que es Internet. A pesar de esta falta de datos precisos, sí hay una tendencia clara: todos los días se construyen nuevos computadores y más y más personas y empresas se conectan a una red donde, a pesar del número, cada día se ofrece mayor rapidez y más y mejores posibilidades de conexión.

La pregunta es: ¿qué buscan estas personas que se conectan con tanto entusiasmo a la red?

Por lo que se sabe, la aspiración de los padres, de los educadores y de las autoridades, de entregar una herramienta educacional se ha logrado. Son muchos los trabajos que hacen los estudiantes de enseñanza media y superior gracias a la posibilidad y la habilidad crecientes de navegar en Internet. Pero esto, como en todas partes del mundo, ha planteado también nuevos problemas: ¿Cuánto es investigación propiamente tal y cuanto consiste en un simple ejercicio de marcar, copiar y pegar?

Lo más grave, según denuncian algunos profesores, es que en este proceso, muchas veces los estudiantes se abruman de tal manera por la abundancia de información disponible que ni siquiera llegan a leerla, con lo que se frustra el objetivo esencial de la tarea encomendada. Sin contar con la existencia de sitios donde deliberadamente se presta ayuda a quienes carecen de escrúpulos, no sólo en los niveles básico y medio, sino también universitario.

Está claro que en la Sociedad de la Información lo que buscan los públicos no es principalmente información en el sentido tradicional. Sin embargo, una vez más los estudios de audiencia nos dicen que el asunto no es tan simple. En todos los países, las encuestas indican que en momentos de crisis los sitios preferidos de los internautas corresponden a medios informativos.

El terrorismo a gran escala, a partir de los ataques a las torres gemelas en Nueva York y al Pentágono el 11 de septiembre de 2001, seguido de las bombas en el subterráneo de Londres y en la estación de Atocha en Madrid, acentuó esta tendencia. En caso de grandes crisis informativas, la red mundial ocupa un lugar tan destacado como anteriormente la radio, la televisión y los medios impresos. Más tarde, tras el tsunami en el sudeste asiático, el ciberespacio fue una herramienta fundamental para ubicar a sobrevivientes, organizar la ayuda e intercambiar mensajes, en una escala inédita hasta entonces.

Es cada vez más evidente que un medio on-line tiene no sólo proporciona información “dura, inmediata” acerca de algún suceso. También permite profundizar, mediante la entrega de información complementaria. Según insisten los estudiosos (por ejemplo el profesor John Pavlik, de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York y el profesor canadiense Gaetan Tremblay) es quizás la característica determinante del periodismo actual y futuro: la satisfacción de la necesidad de más explicaciones, la demanda de establecer mejores interrelaciones, recibir más antecedentes y más proyecciones.

Ben, Mena y el blog

Aquí es donde debo extenderme un poco más acerca de un tema mencionado varias veces: el de los blogs.

Es un fenómeno que no podemos eludir. En la segunda mitad de los años 90 del siglo pasado, muchas personas –me incluyo entre ellas- empezamos a “subir” material de todo tipo a Internet. Mi sitio es un reflejo de una aproximación tradicional: tiene un responsable, tiene una aparición periódica y se mantiene en un rango clásico: opinión e información. Hoy, en cambio, se ha impuesto otro modelo. En 1997 Jorn Barger bautizó a su sitio como un weblog o sea una bitácora en la red. Pero en 2001, cuando Mena Trott, de San Francisco, subió algo que era en realidad su diario de vida personal o, como explica ella, “pequeñas tonterías de mi niñez”, el panorama cambió. Su éxito los llevó a reflexionar acerca de la existencia de una necesidad insatisfecha. Con su marido, Ben, construyeron entonces el equivalente a lo que había hecho el artesano Johanes Gutenberg en Maguncia, cinco y medio siglos antes, y crearon una “herramienta para bloggear”.

El negocio es próspero. En abril de 2006, The Economist informó que en esa época “cada segundo, todos los días, se crea un nuevo blog en el mundo”. Debía ser así porque, según cita el mismo informe, una firma especializada, Technoratti, calculó que cada cinco meses el número total se estaba duplicando. Hoy la tendencia apunta –es el caso chileno- al comentario en serie que se “cuelga” de un comentario, carta y a veces información, de un medio tradicional, como es El Mercurio, por ejemplo.

Esta interacción es, según el brasileño Roberto Joaquim de Oliveira, de Sao Paulo, lo que se podría anticipar para el futuro: “El blog es una de las herramientas más democráticas que conozco en el mundo de la comunicación, porque no se necesita dominar ninguna técnica. Basta simplemente con tener una opinión y saber escribir”.

Estos datos deberían alertarnos acerca de un fenómeno que todavía no empezamos a asimilar en muchos casos. Pero cuyas repercusiones son y seguirán siendo revolucionarios en relación a la forma cómo nos informamos.

Los diarios, por ejemplo, que durante años han estado sufriendo una pérdida generalizada de lectores, empiezan a tomar en serio este desafío. The New York Times cambió totalmente su diseño on-line, que antes era solo un subproducto del diario tradicional en papel. El Decano de la prensa chilena alienta, especialmente en la página editorial, los comentarios de los lectores. Entiendo que Hermógenes Pérez de Arce y Carlos Peña baten records en la materia.

No es esta la única posibilidad. El diario El Mundo, de Madrid, optó, a partir del 200, “por ofrecer una información de calidad actualizada las 24 horas del día durante los 365 días del año”. El resultado ha sido un creciente número de lectores que llegó en octubre a más de doce millones de usuarios. 10

Pero este tema no tiene una solución tan sencilla como la que proponía Petronio en la antigua Roma al ver el crecimiento de las nuevas creencias: “Hagámonos cristianos”. Aquí no es cuestión de convertirse en adorador del ciber-espacio sino de saber moverse en él responsablemente.

Precisamente el espacio que se ha abierto a los bloggeros, no sólo en El Mercurio pero muy significativamente en sus páginas, permite desbordes y descalificaciones que no asociábamos a este tipo de publicaciones. Parece que el antiguo diario “de la canalla”, que era la muralla, hoy se ha instalado en el ciber-espacio.

De manera paradojal, esto me hace creer, contra lo que predicen algunos profetas, que los medios tradicionales no tendrían por qué desaparecer por la llegada de una nueva tecnología. La real amenaza, me parece, la diagnosticó la Comisión Hutchins cuando señaló que la prensa “no ha entregado un servicio adecuado a las necesidades de la sociedad”.

Actualizarse es, creo, lo importante. Y agregaría algo más en favor de una tesis que apenas he esbozado en este texto: la gran ventaja de los periodistas profesionales en este mundo nuevo en que cualquiera puede poner informaciones, comentarios, fotos y videos a disposición del mundo entero, es que en su formación, aparte de una base de conocimientos generales, tiene herramientas para especializarse y, sobre todo, debe tener conciencia ética. Preguntarse por los efectos del material que entrega, confirmar los datos, presentarlos de manera atractiva y, sobre todo, respetar la dignidad de las persona.

Notas:

  1. Margarita Antón Presto. “Las funciones de la comunicación infantil y juvenil especializada”, en Periodismo Especializado. Ariel. Barcelona. 2004. Págs. 333.
  2. Michele Mastroianni, Antonio Prigiobbo y Daniela Vellutino. New Media. Esselibri spa. Arzano. Italia. 2000. Págs. 78 y 79.
  3. Antonio Lucas Marin. La Nueva Sociedad de la Información. Una perspectiva desde Silicon Valley. Editorial Trotta. Madrid 2000. Págs.83 y 84.
  4. La Etica Periodística en el nuevo milenio”. Estudio de casos en una perspectiva latinoamericana. Varios autores. Louisiana State University/Universidad Diego Portales. Santiago 2001.
  5. Joost A. M. Meerlo. Contribuciones de la Psiquiatría al estudio de la comunicación humana. En Teoría de la Comunicación Humana. Frank E.X. Dance. Troquel. Buenos Aires 1973.
  6. Michael Kunczik. Desarrollo y Comunicación. Fundación Friedrich Ebert Bonn Alemania. 1992.
  7. Taichi Sakaiya. Historia del Futuro. La Sociedad del Conocimiento. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile.1991
  8. Jaime Sánchez Ilabaca. Informática educativa. Editorial Universitaria. Santiago de Chile. 1993. La cita corresponde a la pág 14.
  9. Citado en “Las Múltiples Dimensiones de la Brecha Digital”. Profesores Lucía Castellón y Oscar Jaramillo. Reflexiones Académicas. Revista de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información. Universidad Diego Portales. Nº 13. 2001.
  10. Datos de la Oficina de Justificación de Difusión, consignados en la página web del diario el 10 de noviembre de 2008,

Esta presentación corresponde al cierre del encuentro:
Construyendo la prensa del siglo XXI”, organizado
por el Colegio de Periodistas y la minera Esperanza, en Antofagasta.

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Fecha Edición:
16 de Noviembre de 2008