Premiando bajo la lluvia
Hace años, cuando trabajaba en la revista Hoy, a la primera lluvia de ese invierno se produjo el desastre. Hubo conmoción entre periodistas y personal administrativo. Era como si, en vez de lluvia, nos hubiera afectado un terremoto o una tragedia cósmica. El gerente, en su primera experiencia santiaguina, tras años de trabajo en Concepción, fue lapidario: Cae un poquito de agua y ustedes se mueren. Nosotros sí que estamos acostumbrado a la lluvia de verdad. El cambio climático me hace sospechar que por estos días nadie está realmente preparado para la violencia de las precipitaciones. Tenemos que reconocer que fue una suerte que el último jueves de octubre las inesperadas lluvias que se registraron en Santiago empezaran a las ocho de la noche y no antes. Si no, es difícil que hubiese llegado tanta gente como la que llegó a la entrega del Premio Embotelladora Andina al Editor General de TVN, Gazi Jalil. La ceremonia y la lluvia empezaron simultáneamente. El agua tamborileaba amenazante sobre la pulcra carpa del hotel Sheraton donde se realizó este rito, igual como todos los años. A Juan Claro, presidente de la empresa, le costaba a ratos hacerse oír por encima de la furia del temporal. Cuando fue el turno del premiado, ya amainaba. Cuando habló el ministro Ricardo Lagos Weber la lluvia, como la describió el poeta, caía fina, grácil, leve. Fue fino. Pero no fue leve: en palabras simpáticas, tras reafirmar su fe en la libertad de expresión, el ministro reiteró la queja de todos los gobiernos, democráticos o no, acerca del exceso de protagonismo de los problemas, por encima del protagonismo de las soluciones. Es un tema recurrente. Refleja una realidad cruda: el insalvable abismo que separa a periodistas y autoridades. Lo que unos creemos, tal como lo planteó vigorosamente el premiado, es -por lo menos- incómodo para otros, como hizo ver, sin enojo, pero sin derecho a apelación, el ministro. El de la Embotelladora Andina es un buen premio. Uno de sus méritos mayores, y lo digo con orgullo porque lo recibí en 2001, es que el jurado está compuesto mayoritariamente por periodistas. Pero, igual que el Premio Nacional -sin duda la mayor distinción para un profesional de la información, cojea por el lado de las regiones. Desde 1979 sólo lo han recibido periodistas que laboran en medios o universidades en Santiago. En el Premio Nacional -sobre todo al comienzo, y hubo una época en que anualmente se daba en cuatro menciones- se ve a primera vista como más generoso con las regiones. Pero en el último cuarto de siglo también ha caído en el gran vicio nacional: creer que Santiago es Chile. Desde que Lukas (Renzo Pechenino), porteño de alma de Valparaíso, lo ganó en 1981, sólo Tito Castillo, de largo paso por La Discusión de Chillán, fue premiado, justo dos décadas más tarde. Jalil no está acostumbrado a la lluvia. Pero, como magallánico, sabe de asperezas del tiempo, nieve y escarcha incluidas. Tal vez por eso fue el único de los tres oradores que no habló de la lluvia. Optó por un terreno más resbaloso: la ética y la responsabilidad del periodismo. Y lo hizo sin caídas ni tropiezos.
Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas. 2006 |