Retomar las banderas
Con cierto pesimismo, al día siguiente de las elecciones escribí en mi página en Internet (www.abe.cl) que "los del domingo... serán probablemente los últimos abrazos en público de los contendores a la Presidencia. Sin que se cambie el carácter chileno, es obvio que la primera vuelta fue, apenas, un ensayo general para la gran batalla, la del 15 de enero. Esta vez, como ya quedó en claro desde la noche misma del recuento de votos, habrá menos guante blanco..." Pese al mal comienzo, siempre es posible esperar que predomine la sensatez. Es la esperanza del cardenal Francisco Javier Errázuriz. El jueves pidió un espíritu que "invite al respeto, a un trato apreciando otras propuestas distintas que las propias, evitar grandes polarizaciones, agresividades". Es de desear que se logre, aunque en los primeros días hubo exhibición de todo tipo de maniobras y acusaciones. Michelle Bachelet tuvo un grueso traspié al lanzar al aire una acusación que no respaldó de inmediato. Pero el entorno de Sebastián Piñera, pretendiendo llevar el debate al terreno de los valores, siguió de largo y cuestionó la falta de fe de la candidata. Si se cree realmente que tener fe es un don, su ausencia podría ser lamentada, pero no es motivo de recriminación. También se ha vuelto a ventilar el pasado de Michelle Bachelet, supuesto o real. Conforme una versión de Las Ultimas Noticias, en el programa radial "Y llegó nuestra hora" lisa y llanamente se la descalificó como una "mirista de mierda". Es de temer, en este escenario, que tendremos más descalificaciones personales en apelación al machismo nacional; una soterrada campaña del terror en la que se va a insistir en "la hegemonía de la izquierda" en la Concertación, incluyendo referencias reiteradas al tema valórico. Valdría la pena recordar que la tolerancia y, sobre todo el respeto a la persona del eventual adversario, es uno de los mayores valores de cualquier humanismo. Por eso, la mejor respuesta de la Concertación sería centrarse en la existencia de un respetable humanismo laico, tal como se ha demostrado a lo largo del gobierno de Lagos. Aunque de distinta raíz, comparte con el humanismo cristiano fundamentos éticos muy profundos y por eso mismo- nunca, por ejemplo, transó con las violaciones a los derechos humanos. En esta vuelta Michelle Bachelet debe hacer una campaña intensa para demostrar que está consciente de que no tiene asegurada la Presidencia, pero debería dejarse querer. Debe recibir apoyos desde la izquierda extraparlamentaria sin asustar a los votantes más conservadores, precisamente aquellos a los cuales está cortejando el piñerismo. Tiene que ser extraordinariamente cauta, pero no por ello menos asertiva. Y si, como lo proclama la Derecha, la fortaleza de Lavín estuvo en las poblaciones populares, Michelle Bachelet debe demostrar que la gran fuerza de la Concertación está en todos los sectores donde fue más dura la represión bajo la dictadura y que, aunque siguen con problemas y sufrimientos, han recibido los beneficios de la democracia de manera ininterrumpida durante los últimos quince años. En suma, se trata simplemente de retomar las banderas que algunos creen que fueron quedando de lado en los últimos meses: las banderas de Aylwin, Frei y Lagos, tres gobiernos diferentes pero con un ideal común y grandes avances en materia de libertad y dignidad .
Publicado en el diario El Sur de Concepción el 16 de diciembre de 2005 |