Problemática Autocensura.
Sábado, 01 de marzo de 2008 Señor Director: El golpe noticioso de Matt Drudge, acerca de la presencia del príncipe Harry en el frente de combate en Afganistán, pone nuevamente en el tapete un antiguo dilema de ética periodística. Como en la mayoría de estas situaciones, no hay una respuesta clara y definitiva. En este caso, un grupo de editores británicos accedió voluntariamente a retener la información, lo cual obviamente no obliga a nadie más. En un mundo intercomunicado planetariamente, es lógico pensar que la noticia iba a llegar tarde o temprano a alguien que no se sintiera comprometido a callar. También es debatible la procedencia de la petición (en el pedir no hay engaño, podría argumentar la Casa Real), ya que, aunque obviamente en riesgo, el príncipe Harry estaba donde creía que debía estar y por lo tanto tenía conciencia de los peligros a que estaba expuesto. Distinto habría sido si, como ya ocurrió una vez en Chile, el acuerdo de este tipo se propone y acepta en consideración a un riesgo real que puede sufrir una persona secuestrada, por ejemplo. Persiste, sin embargo, la duda acerca de la conveniencia o eficacia de una medida de autocensura. A fin de cuentas, la reflexión y la experiencia sólo permiten concluir que cada caso debe ser examinado en virtud de sus propias particularidades y cada editor deberá asumir las consecuencias de su decisión. Ello, por lo demás, se hace cada vez más difícil en la medida en que hoy todas las personas con acceso a internet son, en rigor, posibles editores, lo que impide asegurar un porcentaje razonable de acuerdo.
ABRAHAM SANTIBÁÑEZ
Cartas al director, Diario El Mercurio |