Emociones de alto vuelo
Los accidentes de aviación la llevan. La explosión en un motor de un 737 de Sky, a poco de despegar de Antofagasta, el miércoles pasado, revivió lo que es la peor pesadilla de los viajeros del siglo XXI. Un poco antes, casi simultáneamente con la trágica caída de otro 737 en Brasil, tras un choque en el aire, se reveló que el entrenador de Colo Colo, Claudio Borghi, se enferma cuando le toca volar, igual que el fortachón de la vieja serie Los Magníficos. Las estadísticas dicen que el avión comercial sigue siendo el medio de transporte más seguro. Y los estudios en Estados Unidos han demostrado que de 53.487 personas involucradas en accidentes aéreos entre 1983 y 2000, 51.207 sobrevivieron. Nada de eso, sin embargo, acalla los temores públicos o secretos- de cada pasajero. En Antofagasta, luego del apresurado retorno del avión accidentado y su impecable aterrizaje con un solo motor, hubo escenas de llanto incontrolable. Lo mismo les ocurrió, en el corazón del Mato Grosso, a los ocupantes del flamante avión ejecutivo modelo Legacy, de Embraer, cuando lograron posarse en tierra. Como no tenían idea de lo que había pasado, al principio todo fue una mezcla de alegría y nervios porque, según la sabiduría convencional, nadie sobrevive a un choque en el aire. Los cinco pasajeros y dos pilotos salieron con vida del impacto, sufrieron media hora de angustiosa búsqueda de un lugar donde aterrizar y estaban reponiéndose de la terrible experiencia cuando supieron lo peor: las 155 personas a bordo del avión de Gol no habían tenido su misma suerte. El periodista Joe Sharkey, especializado en relatos de viajes, escribió en The New York Times el martes 3 de octubre el relato en primera persona más intenso de su vida profesional: el título de su nota de seis carillas se puede traducir como: Chocando con la muerte a once mil metros y vivir (para contarlo). El relato tiene las hechuras de un clásico. Es como si un sobreviviente del Titanic hubiese narrado su historia inmediatamente después de ser rescatado. Por eso ha sido reproducido en numerosos diarios del mundo, incluyendo Chile, desde donde un periodista de Las Ultimas Noticias entrevistó al autor Sharkey. Pero esta historia tiene otro capítulo: mientras las autoridades brasileñas buscan responsables de la tragedia (un probable error humano, se ha anticipado), The New York Times invitó a los lectores a que compartieran a través de Internet similares experiencias. Se produjo una avalancha: en 24 horas se recibieron 146 comentarios, muchos de ellos referidos a situaciones parecidas. Pero también hubo reflexiones más serias y numerosas opiniones críticas desde el punto de vista técnico acerca del accidente y la eventual responsabilidad de los pilotos sobrevivientes. Una vez más quedó en evidencia la razón del enorme atractivo de estos espacios abiertos a la interactividad. Pero, sobre todo, la red de redes es una posibilidad de compartir emociones. En este caso, la hija del periodista Sharkey, Caroline, puso la nota precisa. Escribió: No hay palabras que puedan expresar nuestro sentimiento de tragedia y no cabe duda de que los sobrevivientes del Legacy tienen una mezcla de alivio por estar vivos y de desconsuelo por el horrible accidente del 737 A los lectores en Brasil y en otros países, les quiero hacer saber que mi familia está pensando en ustedes y en sus seres queridos
Publicado en el diario El Sur de Concepción el 6 de octubre de 2006 |