Una esperanza para Amida
En diciembre pasado, cuando recibió el Premio Nobel de la Paz, Koffi Annan, secretario general de la ONU ejemplificó los desafíos de nuestro tiempo en una niña nacida ese mismo día en Afganistán: Su madre, dijo, la acogerá y alimentará, la cuidará y se preocupará por ella... tal como lo haría cualquier otra madre en el mundo. En estos actos básicos de la naturaleza humana, no hay divisiones. Pero nacer hoy en Afganistán es comenzar a vivir a siglos de distancia de la prosperidad que una pequeña parte de la humanidad ha logrado. Más adelante, al terminar su intervención, recordó a esta niña imaginaria hasta ese momento- y dijo: ''Hice una referencia a una niña que nacerá hoy en Afganistán. Aunque su madre ponga todo de su parte por cuidarla y protegerla, las posibilidades son de cuatro contra uno a que no llegue a celebrar su quinto cumpleaños... Recuerden a esta niña y también nuestros objetivos más amplios: luchar contra la pobreza, prevenir los conflictos y curar las enfermedades. No parecen lejanos o inalcanzables. En realidad son objetivos muy cercanos La niña, según descubrieron dos empeñosos periodistas del diario Dagbladet, de Oslo, podría ser Amida, nacida en Kabul ese día, a la misma hora en que hablaba Annan. Es posible que su fotografía transmitida a Noruega y entregada de inmediato a Annan- estuviera presente en su recuerdo a comienzos de semana, cuando se realizó en Tokio un gran encuentro de naciones decididas a prestar ayuda a la reconstrucción de Afganistán. Según cálculos de The New York Times, diversos países ofrecieron variadas sumas en distintos períodos, hasta totalizar unos cinco mil millones de dólares. Se trata de resolver múltiples necesidades, todas urgentes, resultado de décadas de guerras, que se sintetizan en las pocas posibilidades de que Amida llegue siquiera a la edad adulta. Y si llega, según hizo notar el diario Dagblatdet, sus expectativas de vida son de la mitad (40 años) que las de un noruego (80 años). Para asegurar el futuro de Amida y su generación se requiere de alimentos (la mitad de los niños afganos están crónicamente desnutridos), condiciones sanitarias adecuadas, servicios mínimos (sólo el seis por ciento de la población tiene electricidad) e, incluso, como creen los británicos, un ejército bien organizado. Ello puede parecer una ironía proviniendo de quienes sufrieron dolorosas derrotas en ese país, pero refleja una doble preocupación: imponer el control del gobierno sobre los señores de la guerra y, además, prevenir como temen los gobiernos occidentales, según The Daily Telegraph de Londres- la intromisión de Rusia o de irán. Es probable que esta oferta se concrete. Otras, en cambio, surgidas al calor del entusiasmo despertado por la reunión internacional celebrada en Tokio, son más dudosas. La recesión mundial, que se agravó después de los ataques del 11 de septiembre del año pasado, hace difícil que muchos países puedan cumplir compromisos por grandes sumas de dinero que podrían emplearse en casa como ha hecho notar ácidamente la opinión pública japonesa, por ejemplo. También hay temores, expresados abiertamente en Tokio, de que toda ayuda termine beneficiando a una pequeña elite, sin llegar a los millones de habitantes que la requieren con urgencia, como Amida y su familia. Consciente de este problema, Torek R. Faradi, un profesor de la Universidad de California que asesora al gobierno de Kabul anunció que se tomarán medidas: Sabemos que tenemos que tener mecanismos muy transparentes que sean creíbles. Es de esperar que no sea sólo un buen deseo.
Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 26 de enero de 2002 |