"El infierno existe, pero no sabemos quién está allí", fue el dramático titular de primera página del jueves 29 de julio del diario italiano La Stampa. Se refería al discurso del día anterior cuando el Papa Juan Pablo II habló ante un numeroso grupo de peregrinos polacos acerca del infierno.
Una semana antes, en parecidas circunstancias, se había referido al cielo. Podría pensarse que el ambiente de fin de siglo (o, mejor, de milenio) también ha llegado a las monacales habitaciones en que vive en Papa y ha decidido abordar, con entusiasmo de catequista, estos grandes misterios de la fe.
En ambos casos, el Santo Padre reafirmó la doctrina católica sobre la existencia de un premio y un castigo más allá de la existencia terrena. Insistió, sin embargo, en que ni el cielo ni el infierno son lugares físicos. También reiteró que las descripciones tradicionales sólo apuntan a la mejor comprensión de su realidad, pero que "siempre resultan inadecuadas". En el caso del infierno, insistió en que "las imágenes con las cuales la Sagrada Escritura lo presenta... deben ser interpretadas correctamente. Indican la completa frustración y vacío de una vida sin Dios. El infierno indica, más que un lugar, la situación en que se encuentra quien se aleja libre y definitivamente de Dios, fuente de vida y de toda alegría."
Y agregó luego:
"La condenación no debe atribuirse a Dios, porque en su amor misericordioso sólo puede querer la salvación de los seres que ha creado. En realidad, es la creatura la que se cierra a su amor. La condenación consiste en el definitivo alejamiento de Dios de manera libremente elegida por el hombre y confirmada por la muerte que (la) sella para siempre..."
La abundancia de medios de comunicación y la fuerza de sus mensajes gráficos y audiovisuales parecieran haber abaratado el significado tanto del cielo como del infierno. Cuando Dante describió el infierno, más allá de las alusiones personales, creó conceptos que hasta hoy perduran. Todavía es un lugar común decir que algo terrorífico es "dantesco". Lo mismo se podría decir de las terribles ilustraciones de Gustavo Doré.
Pero qué pasa con un demonio que a menudo es tratado como una simpática mascota, y de un paraíso que se confunde con una playa tropical?
El Papa ha hablado en detalle, sin improvisar en las dos últimas oportunidades y su mensaje ha resonado clara y fuertemente: "La condenación (eterna) permanece como una posibilidad real". Sin embargo, "el pensamiento del infierno -menos aún la utilización impropia de las imágenes bíblicas- no debe crear psicosis o angustia, pero representa un necesario y saludable monito a la libertad, al anuncio que Jesús resucitado ha vencido a Satanás.... Y esta perspectiva rica de esperanza prevalece en el anuncio cristiano..."