De Beers para siempreLa fascinación por los diamantes es vieja como el mundo. Pero fue la gigantesca empresa De Beers la que aseguró el futuro del negocio. Gracias a ella, con el apoyo nada despreciable de James Bond, nos convencimos, como dice su lema publicitario, de que los diamantes son para siempre. El motor detrás de la empresa era, hasta comienzos de los 80, cuando se retiró, Harry F. Oppenheimer. El sábado 19 de agosto, internado de urgencia en un hospital de Johannesburgo, la vida del patriarca de la empresa, se apagó tras brevísima agonía. En un país como Sudáfrica, que a lo largo del siglo XX pasó del enfrentamiento de los boers con los ingleses, a convertirse en el paradigma del racismo institucionalizado y finalmente derrotado, Oppenheimer y la empresa que heredó de su padre, jugaron un papel crucial. La razón es sencilla: sin el oro y los diamantes, los dos negocios de las empresas de la familia Oppenheimer -la Anglo American Corporation y De Beers- Sudáfrica sería, como escribió una vez el periodista John Gunther, un país de pastores y chacareros. El resultado, según anotó el mismo Gunther fue que, hace 50 años, un país puritano, tan pequeño, tan intransigente en su hosquedad, se permitiera el lujo de basar su economía en artículos tan ostentosos y resplandecientes como el oro y los diamantes: Esta nación, tan común y corriente, lleva joyas en el cabello. Ernest Oppenheimer, el padre, fue el iniciador de la fortuna familiar. Cuando Gunther escribió su enciclopédico libro El Drama de Africa, le dedicó múltiples elogios. De su boca supo cómo este hijo de judíos alemanes, entró al negocio de los diamantes en Londres, como mandadero. Pero pronto convenció a su patrones que servía para más. Lo enviaron a Sudáfrica y allí hizo una brillante carrera en el mundo de los negocios: en 1917 fundó la Anglo-American y doce años después obtuvo la presidencia de De Beers. Paralelamente se dedicó a la política, todo lo cual lo convirtió en un hombre influyente.e. Ello es comprensible si se considera que Sudáfrica tiene la mitad de las reservas de oro del mundo y la cuarta parte de las de diamantes. Y las empresas de la familia Oppenheimer controlaban gran parte de su comercio mundial. El tema no es menor: en el caso de los diamantes. Independientemente del atractivo de su belleza, su precio se rige, como todas las cosas de este mundo, por las leyes del mercado y si todos los productores pusieran a la venta todas sus reservas, los precios caerían en picada. Es notable, por ejemplo, que aún en los peores años de la Guerra Fría y en la época más dura del apartheid, la antigua Unión Soviética, otro importante productor, cumpliera rigurosamente todos sus compromisos para mantener bajo control los precios.. La última batalla de De Beers en tiempos de una nueva Sudáfrica, con `presidentes negros y plena democracia, ha sido contra los diamantes conflictivos, como se ha llamado la producción de algunos países con régimenes dictatoriales, que quieren financiar sus compras de armas y asegurar su permanencia en el poder con sus propios diamantes. No olvidemos que en un pasado no muy lejano, el Emperador Bokassa regalaba diamantes a sus amigos influyentes de Europa, lo que le sirvió por un tiempo para mantenerse a salvo de quienes lo denunciaban por violar los derechos humanos. No se sabe hasta que punto Harry Oppenheimer, hijo de Ernest y padre de Nicholas (Nicky), actual jefe del clan, participaba en las decisiones de la firma en los últimos años. Pero la línea central era la misma de siempre: poner todo el peso de su influencia, que no es poca, para cerrar las puertas del mercado a la producción de países como Angola y Sierra Leona. Según un informe reciente de The New York Times, la genialidad de la estrategia de De Beers consistió en lograr que la ONU asumiera el papel de policía en este caso. Al mismo tiempo, en este capítulo más reciente de una larga historia, que se entronca con el descubrimiento de los diamantes prácticamente a flor de tierra a fines del siglo XIX, De Beers optó por una estrategia de marketing dirigida a la comercialización de productos de calidad. Se trata de diamantes escogidos, con los cuales no pueden competir los productos inferiores, comercializados clandestinamente por los países condenados al embargo por la comunidad internacional. Un brillante golpe de efecto, sostuvo Edward Jay Epstein, conocedor del tema y quien en 1982 publicó Auge y caída de los diamantes, un libro sobre De Beers. Este podría ser el mejor epitafio para el patriarca que acaba de morir.
25 de agosto de 2000 |