Días de reflexión periodística
El primer mandamiento que aprendí en la universidad fue que "los periodistas no son noticia". Pero las cosas han cambiado. Para comprobarlo basta con mirar, escuchar o leer las noticias. En estos días los periodistas estamos tanto delante como detrás de las cámaras. Pocas veces por buenas razones. Esta semana, sin embargo, entre la celebración de la Jornada Mundial de las Comunicaciones, organizada por el episcopado católico y el Día del Periodista, se pudo apreciar que a veces también somos protagonistas de buenas noticias. O, mejor dicho, de una buena reflexión. Fue lo que ocurrió en Santiago el pasado fin de semana, cuando un centenar de profesionales analizó el mensaje del Papa Juan Pablo II acerca de la encíclica "Pacem in Terris" y colocó en debate el tema de la paz y los periodistas.. En estos 40 años, desde la promulgación de dicha encíclica, ha transcurrido casi toda mi vida profesional. Yo trabajaba entonces en el semanario "La Voz", de la Iglesia Católica, y me tocó seguir de cerca el paso del Papa Juan XXIII, hoy declarado beato. Su figura, su origen, su estilo y su historia eran muy diferentes de los de Juan Pablo II. Y, a pesar de ello, hay algo extraordinariamente fuerte que los une: su preocupación por la paz y por el papel de los periodistas. Lo dice, con elocuencia, Juan Pablo II: "Los hombres y mujeres de los medios están especialmente obligados a contribuir a la paz en todas las partes del mundo (....) esforzándose siempre por aunar a los pueblos y las naciones en un entendimiento y respeto mutuo; y más allá de la comprensión y el respeto, ¡en la reconciliación y la misericordia!...". Sin embargo, debo agregar una nota acerca de la necesidad de comprender los grandes fenómenos de nuestro tiempo: la convergencia tecnológica, la revolución de las comunicaciones y la globalización. No es que el Papa omitiera la referencia a este aspecto. Ya la hizo hace un año, cuando definió a Internet como un nuevo "foro" para el diálogo global. Y esto me lleva a otro punto que se puede desprender de lo anterior. Es el desafío de competir en un mundo educado en la cultura de la imagen y la entretención permanente. En otras palabras: obligación de ser más entretenidos, fascinar más y mejor, sin perder de vista los principios y valores básicos. Hoy un periodista no compite con otros periodistas. Compite con los malabaristas callejeros, los tele-predicadores, los contadores de chistes, los que quieren hacer reír con la grosería o la alusión sexual. Se debe bregar contra la industria del voyerismo y la descalificación, no la investigación sólida y rigurosa. La búsqueda del rating, la sintonía o el people meter, puede convertirse en obsesión, nublando nuestra conciencia moral. Debemos ser capaces de evitar esas trampas. Pero, al mismo tiempo, entender que lo nuestro no son los informes sesudos ni las proclamas doctorales sino el relato ameno, que profundiza cuando debe y se permite una sonrisa en la mayor parte del tiempo. Ser periodista, nos dice Guillermo Blanco, es "ser testigo activo de la vida desde dentro de la vida". Y eso implica trabajo serio y respeto por uno mismo y por los demás.
Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas el sábado 12 de julio de 2003 |