Nuevos jugadores en escena
El dominó no es un invento norteamericano. Ni siquiera es anglo-sajón. Según la estudiosa Miriam L. Sapaulding, "probablemente se originó en Italia, en el siglo XVIII". Pero, lo que sí se inventó en Estados Unidos es la llamada "teoría del dominó": desde la Guerra Fría, la idea de que hay acontecimientos que se precipitan en una seguidilla inatajable, como caen las fichas del dominó, es una verdad sin discusión posible en Washington. Durante el largo conflicto de Vietnam, se convirtió en dogma: no se podía abandonar Vietnam porque, en ese caso, automáticamente caerían bajo el comunismo todas las naciones del sudeste asiático. La teoría del dominó tiene una cierta similitud con la ley del embudo. Se usa cuando conviene a los intereses de quienes la esgrimen. Fue el supremo argumento en el sudeste asiático y se insinuó, aunque con matices, en Africa y en América Latina. Pero este año, cuando muchos analistas en el mundo entero previnieron contra la guerra en Irak, diciendo que podía tener inimaginadas repercusiones en Medio Oriente, la Casa Blanca y el Pentágono miraron para otro lado. Como sabemos, el telón de esta tragedia se abrió en la mañana del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington. Los ataques suicidas contra las Torres Gemelas y el Pentágono, además de un avión que nunca llegó y que posiblemente estaba destinado a la Casa Blanca, detonaron una serie de reacciones. Algunas fueron inmediatas: demostraciones individuales y colectivas de temor y heroísmo en Nueva York principalmente. Otras fueron de mediano plazo: la sensación de que la nación más poderosa de la tierra era vulnerable y que el enemigo no era un fantasma lejano ("para los otros") sino una realidad capaz de infiltrarse hasta la médula en la sociedad norteamericana. Todo esto llevó finalmente -a plazo más largo- a la audaz decisión de lanzar todo el poderío militar contra Afganistán e Irak. Lo primero, aunque no tuvo éxito en acabar fehacientemente con Osama bin Laden, suscitó una reacción solidaria en casi todo el mundo. Lo segundo, en cambio, encontró tropiezos impensados, en especial en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Se cuestionó la falta de argumentos para atacar al régimen de Sadam Husein. De hecho, hasta ahora no aparecen las armas de destrucción masiva. Se dijo que un combate contra Irak bajo la promesa de instaurar un régimen democrático podía poner en riesgo la estabilidad de Medio Oriente y, además, podía ser el comienzo de un nuevo tipo de guerra: la guerra de guerrillas del terrorismo. Es lo que está ocurriendo ahora. Una insólita versión post-guerra fría de la teoría del dominó conmociona al mundo. Países estables, pese a sus regímenes autocráticos, como Arabia Saudita, dejaron de gozar de su tradicional tranquilidad. Y otros, más alejados del epicentro bélico, como Marruecos, también han sido blancos de ataques suicidas. Pero, sobre todo, como ocurrió en los últimos días en los Estados Unidos, a la superpotencia misma le ha llegado la hora de la suprema intranquilidad. Se han ganado batallas en Afganistán y en Irak, pero se está perdiendo el combate por la paz.
Publicado en los diarios El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas el sábado 24 de mayo de 2003 |