El dragón esquizofrénico.
Fueron necesarias casi dos semanas de negociaciones para lograr un acuerdo a fin de que Zhao Ziyang pudiera descansar en paz. El debate entre las autoridades chinas y la familia del ex secretario general del Partido Comunista, defenestrado por apoyar a los estudiantes que protestaban en la Plaza Tiananmen en 1989, ilustra la paradojal realidad del "gigante asiático", como ha sido definido hasta el lugar común. China es actualmente una superpotencia económica, que abastece al mundo y hace rentables inversiones en petroleras, industria automotriz, electrónica y telecomunicaciones de punta. Pero, al mismo tiempo, mantiene una fracción importante de su población en el subdesarrollo y, sobre todo, le niega las libertades democráticas fundamentales. Napoleón anunció que cuando China despertara, temblaría el mundo. El Kaiser Guillermo oficializó el concepto del "peligro amarillo", inmortalizado hace un siglo, en enero de 1905, por el diario L'Echo, de París. El periodista boliviano Ted Córdova-Claure ha señalado que el "hombre del año" del 2004 es el Presidente Hu Jintao. Este ingeniero, sostiene, "que suele alternar sus trajes de ejecutivo con los trajes abotonados hasta el cuello, estilo Mao", se convirtió "en el timonel de la China que tiene una gran influencia en la economía y geopolítica global". Es la culminación de un cuarto de siglo de crecimiento continuado a una tasa promedio del ocho por ciento al año. Es una revolución silenciosa, sin aspavientos, pero que cualquier ciudadanos de cualquier lugar del mundo puede verificar simplemente examinando su ropa (generalmente Made in China), sus equipos electrónicos (lo mismo), los juguetes de sus hijos y, por supuesto, tanto las luces y adornos de la pasada Navidad como las novedades para el veraneo. Cuando lleguen los automóviles hechos en China y no en Detroit, Alemania, Japón o Corea, la economía del mundo habrá dado un vuelco completo. No es la revolución que soñaron los ideólogos del comunismo. Tampoco la de Mao Tse-tung. En vez de la sociedad igualitaria, cuyos obreros y campesinos iban a derrotar al gran capital, China es hoy una nación esquizofrénica, que tiene una zona pujante -en la costa- y un interior subdesarrollado. Con mil 300 millones de habitantes, tiene casi doce millones de millonarios y no pocos multimillonarios, concentrados en torno a Beijing (la vieja Pekín), Shanghai y la antigua Cantón. Pero, en el vasto territorio interior, quedan más de 60 millones de personas que -según informó el ministro de Educación, Zhoiu Ji, el jueves pasado- no tienen acceso a la educación básica obligatoria. Los neocapitalistas chinos, que empezaron vendiendo sus productos a bajo precio, ahora están comprando con voracidad. "El mundo tendrá que acostumbrarse al capitalismo chino", sentenció Le Monde. Era, tal vez, el sueño de Zhao Ziyang, considerado el cerebro de la reforma económica. Su mérito (y su "pecado") fue que también comprendió que era "un error" la forma como se trataron las protestas de los estudiantes en Tiananmen. Sin el apoyo de la cúpula gobernante, fue alejado del poder y, a su muerte, hace dos semanas, se le quiso negar todo reconocimiento, conforme la tradición totalitaria. Sólo la tenacidad de su familia permitió una solución intermedia que deja abierta una puerta abierta a futuros homenajes al hombre que, finalmente, descubrió el valor de la expresión popular.
Publicado en el diario El Sur de Concepción el 31 de Enero de 2005 |