Editorial

Cuando el votante es solo una marioneta

Santiago 19 de Agosto de 2001

Como era inevitable, la “bajada” de la candidatura de Sebastián Piñera abrió paso a toda clase de conjeturas. Mientras el ex candidato proclama su “generosidad”, muchos de sus correligionarios no salen de su asombro al tiempo que se especula acerca de las presiones que se deben haber ejercido para obligarlo a dejar la competencia.

Desde sectores ajenos a la Alianza opositora se ha dicho, intencionadamente, que las encuestas favorecían su postulación en la Quinta Región Costa. Aunque ello no es tan claro, todavía faltaba mucho par predecir el eventual resultado en una lucha dura como la que se anticipaba entre Piñera y el almirante Arancibia.

Lo que está claro es que el ex uniformado no ha derrochado sutilezas. Se ha dicho que amenazó con retirarse si no sacaban a Piñera. Después, mientras el coro organizado por la UDI cantaba loas al “gesto unitario”, el almirante prácticamente no agradeció nada y se limitó a plantear que la suya había sido siempre una victoria segura.

Si la política fuera simplemente un juego de estrategias, es evidente que el triunfo del alto mando de la UDI, que públicamente ha planteado que el gestor de toda esta maniobra es Joaquín Lavín, sólo podría significar un refuerzo para el sector y para el sonriente candidato para las presidenciales del 2005.

Pero no es así.

Por de pronto, todavía es posible que los “imponderables” (tan importantes en la política como en el fútbol) terminen por convertir esta victoria en derrota. Junto a los que recuperan fuerzas en Renovación Nacional, como el diputado Cardemil, los hay quienes revisan posiciones y candidaturas. Tarde o temprano tendrá que saberse quienes son más.

Lo que queda pendiente es, una vez más, el tema comunicacional. Lo han traído al tapete los autores de “Es la prensa, estúpido, la prensa”, un estudio del Caso Pinochet en Londres visto desde la perspectiva de los medios y de la persistencia de las imágenes, algo que nos cuesta mucho comprender a los chilenos. Cuando se presentó esta obra, hace unos días, me permití hacer un paralelo con la situación de Aero Continente, donde ni los representantes del Consejo de Defensa del Estado, ni el juez ni el interventor ni tampoco el gobierno parecieron darse cuenta oportunamente de los efectos que tendría la intervención. Por supuesto, después del fallo en primera instancia, son muchos los generales de esta batalla, pero el tema no es tanto si el Consejo actuó bien o mal –lo que todavía puede revertirse- sino por qué le importó tan poco la opinión y la situación de los afectados directamente (los pasajeros) e indirectamente (buena parte de los chilenos).

Si hay una actividad humana que vive (y sobrevive) gracias a la opinión pública esa es la política cuando se ejerce en democracia y con transparencia. En la llamada “clase política chilena” subsisten no pocos representantes de lo que fue boxear con los adversarios maniatados durante el régimen militar. Allí surgió el concepto de los “poderes fácticos” y lo que se ha visto en estos días es precisamente su ejercicio más desembozado. Ninguna de las muchas debilidades de la Concertación o del gobierno puede compararse a la idea de quienes administran el fundo como en los viejos tiempos. Lo importante es que los electores, quienes aquí juegan de simples marionetas, sean capaces de advertirlo a tiempo.

Abraham Santibáñez