Carta al Lector:

Al cierre del año

Santiago, 31 de Diciembre de 2001

Ya se ha dicho hasta el cansancio que el año que recién terminado estuvo marcado en el mundo entero por el horror y el terror, como hemos vuelto a ver en todos los recuentos de estos días. Por nuestra parte, como chilenos vivimos las secuelas de los ataques terroristas y la guerra contra Osama Bin-laden y sus seguidores y, más que nada, la persistente cesantía que solo en el último sondeo dio muestras de estar aflojando.

Pero, como hemos tenido oportunidad de recordar en un programa de televisión, el Papa Juan XXIII, hombre sabio y bueno, al hacer el balance en uno de los años de su breve pontificado, dijo que la historia está siempre llena de dolores y esperanzas. Los chilenos vivimos temiendo lo peor: podría decirse que somos una versión “sudaca” de los galos que sólo temían que el cielo cayera sobre sus cabezas; nosotros vivimos pensando que no sólo se va a caer el cielo sino también todo el tinglado... Por eso, este año nos preparábamos para una guerra frontal con motivo de las elecciones parlamentarias y la verdad es que, aunque hubo serias escaramuzas, al final comprobamos que la democracia puede ser tan tranquila que resulta aburrida.

No hubo desplome del cielo sobre nosotros, pese a los problemas del vecindario y a la crisis internacional que venía desde antes del 11 de septiembre del 2001. Por el contrario, al tímido repunte de las cifras de empleo se sumaron, a última hora las apreciaciones positivas en torno a la gestión del gobierno, aunque no hay claridad si ello fue medido antes o después de los cambios decididos por el Presidente Lagos en un tono que, según los expertos en política, es “lo que conviene”, pero que a quienes seguimos creyendo en la prioridad del respeto a las personas no nos convence...

Como fuere, el 2002 empieza auspicioso: no hay elecciones en el horizonte cercano y, por ello mismo, oficialismo y oposición han coincidido en que lo mejor para sus aspiraciones futuras es ponerse de acuerdo y dejar de lado la guerrilla.

Si se llega a buen puerto con una parte significativa de los programas que se ofrece “consensuar” , es probable que en doce meses más, a la hora del balance ritual, todos estemos más tranquilos y no temamos que se nos caiga el cielo encima... sólo lo inevitable: que nos tiemble el piso, como suele ocurrir en un país sísmico por excelencia.

Son los mejores deseos del equipo responsable de esta página, es decir: Santibáñez & Santibáñez.

Cordialmente

Abraham Santibáñez