Editorial:

Un paso en falso.... una explicación pendiente

Santiago, 24 de Febrero de 2002

Cuando llega el Festival (de la Canción de Viña del Mar, obvio ¿cuál otro?) o se impone la preocupación por el retorno a clases, todos los temas del verano parecen lejanos: olvidados y olvidables.

No debería ocurrir así, sin embargo, con el exabrupto del cardenal Jorge Medina, no el primero, pero ciertamente el más grave desde su llegada a las altas esferas del Vaticano.

Contrariando las normas de la discreción diplomática que han cimentado el prestigio de la Santa Sede, el cardenal Medina optó por su estilo que algunos alaban por “acampado”, para contradecir las versiones oficiales respecto al no encuentro del Papa y el Presidente Lagos. Como se recordará, la “versión Medina” fue que el Papa quería, de este modo, demostrar su disgusto por las posiciones valóricas del gobierno chileno, consideradas divergentes de algunos puntos de vista de la Iglesia Católica.

El argumento cardenalicio adolece de una debilidad fundamental:

De haber molestias en el Vaticano, lo lógico sería que el Papa aprovechara la oportunidad de entrevistarse con el Mandatario para expresarle directamente su pensamiento. Esto es lo que la Iglesia Católica y sus dignatarios han hecho y predicado desde siempre.

Aunque no es exactamente el caso, vale la pena recordar que Jesús, en el Evangelio, es el primero en dar el ejemplo de tolerancia frente al pecador y al que yerra. Al revés de este neo-inquisidor, el Jesús del Evangelio no lapìda a la mujer adúltera ni rechaza a Magdalena ni la compañía de quienes no se ponen en la primera fila en la sinagoga.

El fundamentalismo de que hace gala este vocero no oficial de la Santa Sede, que ha obligado a una explicación nada fácil a los obispos chilenos, no sólo es de mal gusto. Tiene una peligrosa similitud con las argumentaciones que, como un torbellino de pasiones, desataron los Talibán en años recientes. Y ya sabemos las consecuencias....

La reacción oficial chilena ante las palabras del cardenal Medina ha sido mesurada. Pero debería haber otras voces de que ayuden a clarificar lo que ciertamente es un paso en falso que no ayuda a la convivencia nacional. Tal vez es la hora de que se pronuncien quienes siempre dicen defender la dignidad nacional o nuestra soberanía. Confundir los planos espiritual y terrenal es entrar en un terreno resbaladizo. Ya lo dijo el mismo vocero anteriormente citado y que ciertamente es el más autorizado en estos casos: lo recomendable es dar al César lo que es del César y dejar a Dios lo que es de Dios.

Abraham Santibáñez