Editorial:

Discutible visión del amor de padre

Santiago 21 de Mayo de 2002

Sorpresa. Decepción. Angustia. No encuentro la mejor palabra para resumir mis sentimientos ante un aspecto de la postura del Episcopado católico frente al complejo tema de la pedofilia y los abusos de algunos sacerdotes.

La reafirmación de los obispos chilenos, luego de su reunión en Punta de Tralca, de que esperan y confían en la justicia, es impecable. Pero, de inmediato, se ha agregado un comentario que me desconcierta. La Iglesia Católica no hará denuncias ante los tribunales “porque un padre no denuncia a sus hijos”.

Se podrían llenar decenas de tomos de reflexiones en torno a esta afirmación. Yo sólo me pregunto, como lo deben estar haciendo muchos compatriotas nuestros, ¿qué pasa por la mente y el alma de esas madres, cuyos hijos cometieron algún delito -leve o brutal- y buscaron refugio en ellas y sólo recibieron un consejo: Entrégate a la justicia? ¿O esos padres que acompañaron a sus hijos -muchas veces por un trágico accidente del tránsito- a la Comisaría más cercana para que afrontara su responsabilidad? ¿U otros, que teniendo los medios, buscaron un abogado y le pidieron que fuera a los tribunales con el hijo o la hija? El no eludir la ley es, sin duda, la mayor demostración del amor a los hijos. Así lo han entendido generaciones de padres.

¿Por qué se nos dice ahora que este amor en el interior de la familia sacerdotal católica debe exceptuarse de responsabilidades, en vez de ser ejemplo para todos?

No entiendo. Cada vez entiendo menos.

Abraham Santibáñez