El mal debate nacionalSantiago, 31 de Agosto de 2003 A algunos les causa risa. A otros, una gran mayoría, una ligera curiosidad, algo de pena y mucha indiferencia. Pero también hay quienes temen que el resultado de todo esto pueda ser un aumento de agresiones, incluso físicas. Me refiero, naturalmente, al espectáculo que nos brindan desde hace algún tiempo, con episodios intermitentes de mayor o menor intensidad, algunos personajes de la actualidad local. El tema podría analizarse desde muchos puntos de vista, pero creo que la gran preocupación de todos debe ser cómo afecta los grandes procesos históricos que vivimos, en especial el explícito deseo de lograr avances en la reconciliación y la unidad nacionales. El estilo de debate preconizado por algunos de estos protagonistas permanentes de la noticia, que consiste en el uso del garabato y la descalificación, sólo puede llevarnos a nuevos desencuentro en el futuro, independientemente de todo esfuerzo hecho por las autoridades civiles, religiosas, militares o educacionales. Cuando se reclama contra el abuso del lenguaje coprolálico, se esgrime la justificación de que así es como hablan los jóvenes, como si eso fuera suficiente. No lo es, pero sobre todo no deberíamos olvidar que así se empobrecen sistemáticamente el lenguaje y el pensamiento. Pero si a ese abuso se agrega la amenaza verbal o física, como hemos visto en estos días, debemos esperar fundadamente lo peor. Del titular de primera página ganado a fuerza de garabatos, pasamos al obtenido por la descalificación y ahora a la amenaza directa. Por cierto hay aquí una responsabilidad de los medios, pero no nos tapemos los ojos- es la sociedad en su conjunto la que debe reaccionar: son los auditores, telespectadores y admiradores los que han levantado estos ídolos con pies de barro, que nos hunden en la miseria humana. Y es, por lo tanto, la sociedad no los tribunales de Justicia- la que debe reaccionar, es decir, cada uno de nosotros. A mi parecer, la mejor forma de conmemorar los 30 años del 11 de septiembre de 1973 sería hacer una gran declaración colectiva en que optamos por la razón, por el debate argumentado, con razones bien expuestas, dichas o escritas con claridad y con pleno respecto de veras, no de pacotilla- a la opinión del adversario.
Abraham Santibáñez
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Este texto fue publicado como Carta al director en El Mercurio de Santiago el 23 de agosto de 2003.