Editorial:

La responsabilidad de los acusadores

Santiago, Lunes 8 de Diciembre de 2003

Así, abiertamente, nadie en Chile se atrevería a plantear que el fin justifica los medios... cualquier medio. Pero, de manera solapada, a medida que la justicia avanza en la investigación de los casos de pedofilia, hay quienes sienten que la conciencia se les aligera. “Los hechos empiezan a darnos la razón” es el argumento –todavía dicho en voz baja, pero con creciente seguridad- que esgrimen los acusadores de la primera hora: diputados y periodistas; testigos de buena y no tan buena fe; defensores de la moralidad pública que no han vacilado en barrer el suelo con la honra ajena...

La pregunta, sin embargo, es la misma desde antes que empezara esta gran batalla mediática: ¿qué derecho tiene un ser humano frente a otro? O, mejor dicho: ¿cuál es el límite de su responsabilidad frente a los demás?

La posibilidad de que algunas de las gravísimas acusaciones que se han hecho en las últimas semanas resulten efectivas, no exime de responsabilidades a quienes las hicieron públicas, sin recurrir a los mecanismos que la ley y las reglas básicas de convivencia civilizada aconsejaban. El que algunas acusaciones resulten ser ciertas, no significa que todas lo son. El que algunos personajes hayan incurrido en conductas reprochables o manifiestamente delictuales no implica que todo lo que han hecho es igualmente condenable.

Desde siempre, por el contrario, el principio que guía la actuación de las personas de buena voluntad –entre otras, de quienes nos oponemos a la pena de muerte- es que es preferible equivocarse y dejar impune a un culpable que correr el riesgo de acusar a personas inocentes. Precisamente una de las situaciones más agraviantes que se vivieron en dictadura fue la facilidad con que se hacían las acusaciones desde la omnipotencia de la autoridad erigida en juez y parte, sin que los imputados tuvieran derecho a defenderse ni a justificarse. El que estemos en democracia, gozando de libertad de expresión, sólo significa que la responsabilidad de los periodistas y de los medios debe ser aun mayor. Precisamente quienes sufrieron los excesos de una autoridad sin control deberían ser los primeros en comprender que la sociedad democrática necesita de la denuncia, pero ella debe ser responsable y respetuosa de la dignidad de las personas.

Siempre y en toda circunstancia.

Abraham Santibáñez

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