Editorial:

¿Adios Latinoamérica?

Santiago, 25 de Abril  de 2004

La crisis del abastecimiento de gas natural, provocada por un problema interno argentino y agravada por la forma como Bolivia negoció la venta de su producción, parece habernos llevado a una dura crisis internacional. Es cierto que la situación no es fácil y seremos los consumidores los que, al final, pagaremos la cuenta. Pero también es cierto que Chile ha vivido momentos peores, de verdadero aislamiento, en que se creía –con soberbia- que era posible decir “adiós a Latinoamérica”.

La situación puede interpretarse de manera muy pesimista, como incluso lo han estado haciendo algunos comentaristas de la Concertación. Es probable, sin embargo, que a mediano y largo plazo, los hechos empiecen a darle la razón al gobierno chileno. En este mundo globalizado, que se comunica de manera instantánea, el respeto a los tratados y convenios es, sin duda, la mejor garantía de la seriedad de un país. La larga historia de las relaciones exteriores de Chile es una buena demostración de ello.

Pero hay más. Una lección de estos hechos es que seguiremos entrampados en nuestras mezquinas percepciones si no somos capaces de entender los grandes desafíos de este siglo. En las horas más sombrías de la segunda postguerra mundial, franceses y alemanes, que habían luchado tres veces en menos de un siglo, acogieron el llamado de sus dirigentes: Jean Monnet y Konrad Adenauer y echaron a andar la comunidad del acero y del carbón, que parecían los dos materiales estratégicos por excelencia en esa época, y pusieron las bases del Mercado Común, al que se sumaron otros visionarios, como De Gasperi, hasta culminar con lo que es hoy la Unión Europea. El viejo sueño de la unidad no se logró por las armas ni por las palabras. Lo hicieron posible políticos responsables y visionarios, que no vacilaron en desafiar los odios acumulados.

Es la gran lección que debería iluminarnos en esta hora de aparente soledad. Chile va por un buen camino. Pero debe hacerlo sin soberbia y sin dar la sensación de que quiere imponerse al resto del continente. El precio que pagamos por las transformaciones económicos ha sido enorme, pero es lo que permite nuestra inserción en el mundo... sin que necesariamente le digamos adiós a América Latina.

Abraham Santibáñez

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