Un momento decisivoSantiago, 7 de Noviembre de 2004 El valeroso reconocimiento del general Juan Emilio Cheyre de las responsabilidades institucionales del Ejército en las violaciones de los derechos humanos no ha tenido un reconocimiento unánime. Representantes de los más diversos sectores, encabezados por el Presidente Ricardo Lagos, lo acogieron con entusiasmo. Pero también hubo reticencias, expresadas significativamente tanto por acusados, procesados, condenados y simpatizantes como por abogados especializados en la defensa de las víctimas. Es comprensible. El largo respaldo que la dictadura entregó a los victimarios, les hizo creer que gozarían impunemente y para siempre del privilegio de matar, torturar y detener a compatriotas que no pensaban igual que ellos. Este mismo respaldo y una también larga serie de gestos del alto mando del Ejército (la adhesión sin matices al general Pinochet y a su obra, por ejemplo) o el silencio del último período, han hecho que las víctimas y sus representantes tengan ahora legítimas dudas. Es verosímil que, junto con este inédito reconocimiento, se esté preparando el ambiente para cerrar los procesos y aplicar -¡al fin!- la tesis de que ya no hay secuestros, sino crímenes cuyos procesos se pueden cerrar y cuyos responsables, amnistiar. Pero ¿es esta una buena razón para rechazar los dichos del general Cheyre? Lo que viene, que se inserta en el clima del fin de la transición, subrayado en estos días con los resultados de las elecciones municipales, debe ser una prueba de la buena voluntad de todos los chilenos. Es cierto, como se ha dicho con insistencia, que no se puede construir el futuro si se ignora el pasado. Pero tampoco se puede pensar en el mañana si nos obstinamos exclusivamente en mirar hacia atrás. Es hora de gestos generosos que vayan mucho más allá de las palabras. Los que todavía libran batallas de la Guerra Fría deben actuar como lo hicieron en definitiva los soldados japoneses que lucharon años después de 1945, deponiendo las armas. Pero, sobre todo, deben entregar la información que tan tozudamente han negado, agravando la ira y el dolor de los sobrevivientes de sus excesos, sus familiares y los familiares de sus víctimas. No se trata de lograr un empate de agravios, sino de mirar patrióticamente hacia el futuro: hacia el 2010 y más allá.
Abraham Santibáñez
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