Editorial:

¿Promesas que se llevará el viento?

Santiago, 27 de Febrero de 2005

Aunque nada debería sorprendernos ya, siempre resultan aleccionadoras las reacciones del candidato Joaquín Lavín. En lo que La Tercera calificó la aplicación de su Plan B, volvió de vacaciones dispuesto a cambiar su imagen de niño bueno. Junto con pasar al ataque en todos los frentes, inauguró un estilo de soluciones instantáneas para todos los problemas que recuerda al de Francisco Javier Errázuriz cuando luchaba por la Presidencia de la República.

Errázuriz Talavera tenía respuesta para todo. Para la mayor angustia de esos años, el alza constante de la UF que ahogaba a los compradores de casas en Maipú y La Florida, esgrimió una promesa tentadora: la de resolver el problema en cinco minutos. No convenció al número necesario de votantes y tras un raudo paso por el Senado, mientras su señora le acompañaba en la Cámara de Diputados, su carrera política terminó sin pena ni gloria. La mágica solución de la UF no fue necesaria y, gracias al control de la inflación, ya no constituye realmente un drama. Nunca supimos, desafortunadamente, cómo se podía terminar con lo que entonces era una tortura para muchas familias de clase media.

Es posible que en la misma ignorancia nos deje el ex alcalde Lavín respecto de dos soluciones portentosas que acaba de anunciar: la forma de impedir incendios catastróficos como el del Parque Torres del Paine (“esto no me habría pasado”, dijo) o los miles de casos de afectados por el consumo de mariscos crudos infectados.

El ministro de Salud lo emplazó a que revelara cómo podría impedir el contagio del vibrión parahemolítico que, según se nos ha dicho, parece destinado a acompañarnos por largo tiempo más. Pero el candidato, hábilmente, ya está en otra y escamoteó la respuesta. Claro que, al hacerlo, se ha mantenido en la misma cadena de afirmaciones liviana: del vibrión pasó a las Torres del Paine. Antes denunció la política habitacional de los gobiernos de la Concertación y, a renglón seguido, felicitó “por ser muy hombrecito” a su correligionario Sergio Fernández. Luego siguió su periplo de declaraciones por la actualidad tan campante, sin aclarar qué se entiende por asumir la “responsabilidad política” de hace un par de décadas, que era cuando esos dichos de Fernández se podrían haber traducido en hechos concretos.

Lo más probable es que todas estas palabras –tanto las de Fernández como las de Lavín- se las llevará el viento. Igual que las promesas del candidato Errázuriz que, por algo, no obtuvo el triunfo que pretendía en 1989.

Abraham Santibáñez

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